viernes, 26 de mayo de 2006

Baldur y el Sol de Medianoche: (12) Por los pelos, Bjarni

(Audición recomendada: Sixpence None The Richer - There She Goes)




"No entiendo como fuiste capaz de plantarle cara a Thordur. Debe pesar al menos el doble que tú. Y estando fuera de sí..." El retrato de Bjarni en ese momento era descorazonador: la ceja rota, una herida en el hombro y múltiples contusiones por todo el cuerpo. Era como si le hubiera pasado por encima una locomotora. "No lo sé Baldur... ví que se le estaba yendo la mano con Kára y ella lo rechazó de primeras. No hacía más que decir que no quería; que no le pusiera las manos encima y empezó a gritar. Supongo que hice lo correcto". Estaba sentado frente a mí, vendado como una momia por todo su cuerpo. Aún no sé cómo fue capaz de conducir la moto hasta su casa, donde acabó desplomándose de dolor delante de sus padres, que reaccionaron con terror al ver a su hijo en tal estado. En el centro de urgencias lo atendieron rápidamente y no le diagnosticaron ninguna herida de gravedad. Le curaron las heridas: unos puntos en la ceja abierta y varios días de reposo.

Bjarni quería olvidar el incidente cuanto antes. "Supongo que tendré que cancelar el concierto. Será una faena decirle a falta de dos días al dueño que no vamos a tocar" dije. "No, no, en absoluto. ¿Por qué vas a cancelarlo? No me he roto nada. Las heridas no me duelen tanto. Puedo colgarme el bajo y tocar bien. Por mí, no hay ningún problema". ¿Estás seguro de lo que estás diciendo? Tu compañero de grupo ha estado a punto de mandarte al otro barrio de una paliza, Bjarni. No entiendo ni cómo no lo has denunciado. Además en caso de que pudieras tocar, no sé yo si Thordur querría". Me quedé muy sorprendido del comentario. Hubo un silencio en la habitación y quise seguir hablando, pero me interrumpió. "Pero sólo estamos perdiendo una guitarra en el peor de los casos, y tu eres capaz de tocar sus partes, ¿no? Baldur, necesito hacer esto. Tú mismo me lo has dicho muchas veces. Mi autoestima me lo exige". En ese momento, Bjarni hablaba con tanto convencimiento que se me hizo difícil la réplica. "Creo que tu autoestima debe haber salido bastante reforzada después de lo de ayer. Plantarle cara a semejante bestia requiere de mucho valor. Creo que Kára querrá decirte algo. Fuiste su salvador". Dejó escapar una leve sonrisa. Tanto como sus magullados labios le dejaron. "¿Crees que después de ésto, puedo tener alguna oportunidad con ella?" dijo Bjarni con un gesto de esperanza. "No lo sé, tio. Kára es una chica que puede tener a quien quiera. Juega en otra división. Pero está claro que tienes una gran baza a tu favor. Quien sabe... igual Thordur te ha hecho un favor". En ese momento, mi buen amigo me miró con cara de incrédulo. "Bueno, o quizás no". Tuve que puntualizar. Para empezar, yo tenía que hablar con Thordur y pedirle explicaciones al respecto de lo que había ocurrido. Exigirle unas disculpas -algo que iba a resultar complicado- y después ver qué opciones habrían para el concierto de dentro de dos días. Si tendría que tocar sus partes yo mismo, buscar a algún valiente que se las aprendiera en un día o cancelarlo en contra de la voluntad de Bjarni -y la mía también.

Y en medio de todo esto estaba Nanna, que había aparecido de pronto en mi vida y se había convertido en algo importante. Algo que ardía en deseos de explorar más detenidamente. Nuestro primer contacto físico se había convertido en algo demasiado trepidante. Algo que necesitaba frenar. Ella me gustaba, pero todo tenía que ser en su momento.

martes, 23 de mayo de 2006

Baldur y el Sol de Medianoche: (11) Las lágrimas de Kára

(Audición recomendada: Embrace - Looking As You Are)



"Pero vamos a ver, Kára... ¿intentó meterte mano? ¿Por qué haría algo así?". Habíamos salido volando del local de ensayo en la moto hasta su casa. Kára era un río de lágrimas en ese instante. No podía hablar entre sollozos. "Venga, tranquilízate un poco y me cuentas qué pasó". Se sonó la nariz y bebió un trago de agua.

"Se abalanzó sobre mí y comenzó a besarme por el cuello mientras me sobaba el pecho con una mano y el trasero con la otra. Fue sucio, asqueroso y repugnante. Jamás había sentida tanto asco en mi vida". Sentí compasión por ella, pero me resultaba extraño que Thordur se comportara así, a pesar de no conocerlo de nada. No se trata de algo normal en la gente. "Kára, ¿no estarías jugando con él? Las dos sabemos que te gusta mucho tontear con los tíos. Es peligroso. No todos son como mascotas dóciles que comen de tu mano". Bajó su mirada y se recolocó el flequillo, tratando de recuperar la compostura. "Bueno, me puse algo coqueta con él..." Comencé a ver claro cuál había sido la chispa que había encendio la mecha. Kára continuó con el relato de los hechos. "El otro chico, el mas feo... no recuerdo su nombre, pero está en el instituto, me suena su cara... trató de defenderme cuando se propasó. Me lo quitó de encima mientras le gritaba que me dejara en paz, pero empezó a ensañarse con él. Thordur es bastante más fuerte. Aproveché que me había soltado para ir corriendo a por tí, e irnos rápidamente". Había seguido atentamente su discurso, con los ojos como platos. Tantas dudas me asaltaron la cabeza, que tuve que tomarme un respiro profundo para reorganizar mis ideas. "Es evidente que Thordur es un indeseable y un impresentable guarro, pero si no hubieras tomado esa actitud con él, probablemente no habría ocurrido nada de esto. Cuando salimos otra vez a por la moto, no vi a Bjarni por ningún lado, aunque fue tan rápido que ni me fijé bien, sólo vi a tu querido profiriendo improperios a las dos. Ahora no sabemos siquiera si tu pobre salvador sigue con vida. Creo que como mínimo le debes las gracias y una disculpa". No me podía creer que yo misma estuviera hablando así. Parecía su madre.

Después de asegurarme de que Kára se quedaba tranquila, pensé en volver de nuevo al local de ensayo, pero vi que se estaba haciendo tarde y que probablemente ya se habrían ido. Mi momento mágico con Baldur, al carajo. Ni siquiera tenía su número de teléfono para quedar, porque habíamos estado charlando tan animadamente que creo que ambos perdimos la noción del tiempo y no caí en pedírselo. Ahora tendría que esperar para verlo de nuevo en clase, pero esta vez sería diferente. Me sentía en deuda con él por haberme ido tan repentinamente. Lo de Kára había sido desagradable, pero yo me sentía felíz. Había química entre Baldur y yo. Me fui a casa muy contenta.

lunes, 22 de mayo de 2006

Baldur y el Sol de Medianoche: (10) La Huída

(Audición recomendada: Starsailor - I Don't Know)




Tan pronto como aparecieron en escena las dos chicas, desaparecieron. Mientras me quedaba con Nanna, ambos sentados y hablando en el local de ensayo, el resto se fue fuera. Probablemente a buscar algo de alcohol o de marihuana. Al momento -no sabría decir cuánto tiempo, pues perdí la noción del mismo mientras estaba con ella- entró su amiga como un rayo, la cogió del brazo y la sacó de allí. No sabía ni cómo reaccionar. Nanna me miró con los ojos muy abiertos con expresión de tampoco saber lo que estaba ocurriendo. Salté como un resorte al instante, pero ya no estaban allí.

Salí del complejo de locales de ensayo. Me encontré fuera a Johann demasiado colocado como para saber lo que había ocurrido y a Thordur encendiendo un cigarrillo, con cara de suficiencia. Ni rastro de Bjarni ni de su moto. Me acerqué a Johann. Lo agarré por los hombros y lo sacudí varias veces antes de preguntarle sobre lo que había pasado. No recibo respuesta, sólo una sonrisa agridulce y una mirada perdida, casi vuelta. "Déjalo, ¿no ves que va de hierba hasta arriba?" dijo Thordur. "Bien, entonces quizás tu puedas explicarme por qué las chicas han salido corriendo de aqui como si hubieran visto al diablo". Thordur hizo una larga pausa y le dio una calada a su cigarrillo. Luego contestó. "Nada, que la tal Kára esa es una estrecha de mierda. Le gusta mucho calentar al personal para luego pegarte el corte". Era cierto que Kára vestía de una forma provocativa, y en el instituto tenía fama de femme fatale, pero me olía que no había sido culpa de ella. Traté de sonsacarle algo más a Thordur. "Pero... algo le habrás dicho o hecho para que se fueran de esa forma... no sé, no me cuadra mucho..." Le cambió la expresión relajada a mi compañero de repente. "Mira tio ... empezó a insinuarse , con sus posturitas, comentarios... ¡a calentarme, vamos!, así que entré en acción, pero no le gustó. Ni a ella ni al gilipollas de Bjarni, que trató de defenderla. Por supuesto, salió perdiendo." Después de su comentario me quedé estupefacto. Sin mediar palabra, me fui andando hasta la parada del autobús más cercana.

Camino a casa meditaba. No sólo me fastidiaba el hecho de que me cortaran el rollo en el mejor momento con Nanna, sino que ahora, Bjarni podría tener la nariz rota como mínimo, conociendo a Thordur. En último término, me importaba que la relación entre los miembros del grupo hubiera sufrido un importante revés, a tres días del concierto en el Fuzzion... dudo que Bjarni quisiera encontrarse con su agresor en mucho tiempo

martes, 16 de mayo de 2006

Baldur y el Sol de Medianoche: (9) Gestos y ademanes

(Audición recomendada: The Black Crowes - She Talks to Angels)



En el momento que nuestros cuerpos entraron en contacto, hubo como una corriente eléctrica que nos atravesó a ambos. Su mano era suave y caliente y no noté tensión en ella. Pareció aceptar de buen grado que cambiara el saludo por un gesto dulce. La observé de abajo a arriba buscando su mirada de nuevo, sin soltarla, que recibió con una sonrisa ruborizada. Se había quitado el grueso abrigo y ahora había dejado más a la vista un físico muy esbelto: vestía un jersey de lana fina de cuello alto, pero corto por abajo, que dejaba al descubierto un precioso ombligo en el que mostraba un piercing, algo que comenzaba a ponerse de moda; unos vaqueros muy ceñidos, bastante por debajo de su vientre y unas deportivas blancas. Sobre el jersey dejaba caer su larga melena castaña y lisa que enmarcaba un rostro difícil de olvidar.

"Es la primera vez que hablamos y tengo la impresión de conocerte de toda la vida, Baldur". Dijo de seguido toda la frase y luego hizo una pequeña pausa para pronunciar mi nombre, como si quisiera comprobar que, efectivamente, me llamaba así. "Bueno, una mirada en ocasiones dice más que muchas palabras, Nanna". Le repuse en alusión a todo el tiempo que llevábamos obervándonos y apostillando con su nombre de la misma manera. Ella sonrió, se humedeció ligeramente los labios, miró fugazmente hacia abajo y noté como su mano se estremeció. Seguidamente la apretó un poco más. Quiso continuar hablando. "Quizás te parezca una tontería, pero llevo esperando este momento desde la primera vez que te vi, y nunca me atreví a hablarte. Hasta ahora me bastaba con verte en clase e intercambiar una mirada, una sonrisa, un gesto... el otro dia nos encontramos en el parking de motos y no pude decir nada. Pensé que te fuiste asustado y avergonzado y no quería que quedara..." Tuve que interrumpirla. "En realidad me dio mucha vergüenza que pensaras que soy un desconsiderando habiendo aparcado de esa forma, pero ahora voy a quedar muy mal si digo que no fui yo el que la dejó así... ni siquiera la moto es mía, es de..." Ahora fue ella la que me interrumpió. "No te preocupes, no tiene importancia. Me gustó verte tan cerca, aunque no tanto como ahora..." A medida que fue terminando la frase fue bajando el volumen y la velocidad de su discurso, avergonzada. Se hizo un silencio y nos quedamos mirándonos. Nos dimos cuenta de que aun teníamos nuestras manos unidas. La solté lentamente y acaricié con las yemas de mis dedos la palma de su mano según la dejé caer. Ella soltó un pequeño suspiro y abrió ligeramente los labios.

Los otros tres chicos de la banda hablaban animadamente con la otra chica, Kára. Parecíamos totalmente ajenos a ellos, lo cual hizo que ambos nos sintiéramos un poco más cómodos en ese instante. Durante este rato desde que empezamos a hablar, el tiempo parecía haberse detenido. Giré la cabeza hacia ellos para comprobar la situación y luego la volví para reencontrarme con Nanna. Me fijé en sus gestos, sus ademanes... un mechon de pelo caía insistentemente sobre su ojo derecho y ella se lo apartaba a pesar de que volvía a escurrirse entre sus dedos. Una de las veces, decidí apartárselo yo, tratando de ser lo más delicado posible. Ella abrió mucho sus ojos, sorprendida y halagada, regalándomelos en su inmensidad azul. Después, retiré mi mano mientras bajaba por su mejilla hasta su mentón en una caricia. Luego habló. "He esperado mucho tiempo para tan sólo hablarte, pero no podré esperar tanto para besarte".

domingo, 14 de mayo de 2006

Baldur y el Sol de Medianoche: (8) Las espías

(Audición recomendada: Fools Garden - Lemon Tree)



"Nanna, esto es una locura. Vale, vamos a suponer que está ahi. ¿Y luego qué le vas a decir?". Desde luego que era un poco extraño y comprendía las palabras de Kára, pero tenía que encontrarlo. Se acercaba otro fin de semana y no verlo durante dos días se me antojaba duro. La excusa para presentarme en su local de ensayo era lo de menos. Ya pensaría algo. Vi carteles sobre un grupo llamado The Lazy Weekends que tocarían dentro de tres días en el Fuzzion y mi sorpresa fue mayúscula cuando lo vi en las fotos. Sólo tuve que informarme un poco sobre los horarios de los sitios de ensayo y probar suerte. Al fin y al cabo no tenía nada que perder.

El día no era especialmente frío. El termómetro se había acomodado en los cero grados centígrados. Era una nave subterránea, bien construida. Había gente fuera fumando algo que no me pareció tabaco y charlando amigablemente, con pintas extrañas. Nos miran sin interrumpir sus conversaciones y se oye algún silbido atrevido. Entramos. Bajamos una escalera metálica y luego andamos por un pasillo que tenía puertas a ambos lados. Sólo habían dos grupos allí. Uno de heavy y otro que parecía sonar a rock moderno, en dos habitáculos distantes. Como mi chico no tenía mucha pinta de melenudo, nos acercamos a ver si había suerte con los modernos. Y sí que la hubo. La puerta estaba entreabierta. Nos asomamos un poco. Estaban dándole vueltas a una estrofa o un estribillo. Se les oía discutir airadamente. Empecé a pensar que quizás no había sido tan buena idea ir. Mi chico vestía una camiseta de algodón blanca, vaqueros ajustados y unas deportivas de aire retro. Estaba de espaldas a nosotras. Ninguno parecía haberse percatado de nuestra presencia. Estuvimos alli quietas durante quince minutos al menos. Kára parecía disfrutar con las vistas. El tal Thordur parecía gustarle. "Mira que trasero tiene tía... y además es guapísimo..." Yo no presté atención, realmente, ya que mi interés se concentraba en otro miembro de la banda. De pronto, parecen terminar su sesión y él se gira y se agacha para guardar su guitarra en una funda rígida que descansa sobre el suelo. Me mira. Se ha dado cuenta. Nos miran. Se han dado cuenta.

Creo que Kára y yo al instante pensamos que ya que estábamos allí y que era inútil negar que los estábamos espiando, lo mejor era ya presentarnos. Haciendo acopio de valor, ambas nos adentramos en la habitación acondicionada. Me quedo a muy poquita distancia de él, que sigue en cuclillas, con cara de asombro. "Por favor, levántate" le dije tratando de parecer lo menos ruborizada y estúpida que pude. Se pone en pie mientras Kára se agarra a mi brazo. "Hola, yo soy Nanna y ella es Kára. Pasábamos y os hemos oido. Como nos ha gustado lo que tocábais, hemos decidido quedarnos a ver cómo terminábais". Thordur se aproxima a nosotras y le pasa el brazo por encima a él, en señal de colegueo. Parece que va a tomar la iniciativa. "Yo soy Thordur, él es Baldur y aquellos dos... Johann y Bjarni". Dentro de mí, algo se encogió. Una combinación de los típicos nudos estomacales, hormigueos y taquicardias al oir pronunciar su nombre. No podía creer que se llamara Baldur. ¡Justo como en la mitología! ¡Justo como el dios de la luz con el que sueño que me despierta por las mañanas! ¿Coincidencia? ¿Guiño del destino? Me daba igual, porque entonces supe que sería mi Baldur. Ahora seguíamos mirándonos. Ambos sonreímos. Le tendí mi mano para saludarlo, pero en lugar de estrechármela, la tomó delicadamente y la acarició con su pulgar.

sábado, 13 de mayo de 2006

Baldur y el Sol de Medianoche: (7) The Lazy Weekends

(Audición recomendada: Foo Fighters - Everlong)



"Bjarni...¡no tio!, maldita sea, es muy fácil... la estrofa es Do, Re, Sol. El estribillo es Do, Re y Mi menor. Llevamos todo el maldito ensayo a ver si te aprendes esa progresión que mi abuela podría hacer". Éste es Thordur, guitarra solista de la banda. The Lazy Weekends. Es una maravilla tocando, pero no el típico músico virtuoso al que le gusta correr mucho por el mástil de la guitarra para demostrar lo bueno que es. Sabe cuándo hay que rellenar un hueco y cuándo complementarse con otro instrumento. Además de todo eso, le gusta hablar claro, lo cual a veces es una ventaja y otras, un inconveniente. En este caso, se trataba de una situación incómoda. Mi contestación en defensa de mi mejor amigo fue: "¿Si tu abuela es tan buena, por qué no la llamas para que venga y lo haga?". Thordur también tenía la capacidad de saber hacerme callar con una buena razón a la que no se podía replicar debido a su aplastante lógica. "No estaríamos en esta situación si no hubieras echado a Jónas para meter con calzador a tu amiguito Bjarni como bajista del grupo". Pues si. Pero Jónas a parte de no ser mucho mejor bajista que Bjarni, venía a un ensayo de cada cinco, y cuando lo hacía, no es que estuviera en las mejores condiciones de sobriedad. Bjarni no sería un talento musical, pero nunca me había fallado y sabía que podría confiar en él. En tres días tendríamos un concierto en un local mas o menos importante de la escena underground de Reykjavik y no había bajista. Además, creo que esto era precisamente lo que Bjarni necesitaba para dejar a un lado su fama de fracasado y de impopular. Lo animé: "Bjarni, estoy seguro de que puedes hacer esto tio, sólo tienes que tener un poco de confianza en tí mismo". Al siguiente intento lo consiguió.

Los ánimos se calmaron. Un grupo funciona como un organismo vivo. Si tan solo uno de los miembros tiene algún problema, se nota en la música. Thordur era el termómetro de The Lazy Weekends. Si Johann a la batería, yo con la voz y la guitarra rítmica o ahora Bjarni al bajo, nos sentíamos mal, todo se reproducía en Thordur elevado al cuadrado. Llevábamos tocando desde hacía un año más o menos. Comenzamos con versiones de clásicos modernos y ahora estábamos haciendo nuestros primeros temas propios. No eran gran cosa, pero sonaban razonablemente bien. Ensayábamos en unos locales que el ayuntamiento de Reykjavik ponía a disposición de los jóvenes que se presentaban con credenciales de un grupo más o menos serio. Estaban bastante bien acondicionados. Subterráneos, con una buena insonorización e incluso la posibilidad de utilizar cierto equipamiento que había allí, por una cantidad simbólica en concepto de alquiler.

Acabamos la sesión y como no había salido tan mal, y para hacer piña, decidimos irnos a tomar algo por ahi. Johann propuso comprar alcohol. Algo que es bastante difícil de conseguir para un chico de 16 años, debido a la legislación vigente y al precio prohibitivo, pero no tanto para uno de 21. El hermano mayor de Johann ya lo había hecho alguna vez para nosotros. El mismo local de ensayo se convertía en nuestro pub privado. Me volví para dejar la guitarra en su caja dura y al agacharme me pareció tener alucinaciones. Dos chicas se asomaban tímidamente por la puerta entreabierta de nuestro habitáculo. Mi sorpresa fue en aumento cuando me di cuenta de que una de ellas era Ella. inconfundibles su larga melena castaña y sus dos ojos azules clavándoseme. Estaba con otra chica que podría reconocer también como otro de los bombones del instituto. Mientras tanto, el animado murmullo del resto de los chicos hablando sobre las canciones y el cercano concierto se fue apagando a medida que se iban dando cuenta de la situación. Las jóvenes al sentirse descubiertas, en lugar de huir, decidieron mostrarse completamente sin ocultar su rubor. Por un momento, se hizo el silencio absoluto en la habitación y solo se escuchaba el lejano martilleteo de un grupo de heavy. Nos quedamos mirando todos. Algunos de los chicos dejaron escapar una amplia sonrisa, mientras yo seguía sin dar crédito a lo que ocurría. Las chicas abandonan el umbral de la entrada y se aproximan. Ella se queda parada muy cerca de mi, el más cercano, aún en cuclillas. "Por favor, levántante" dijo sonriendo y muy colorada.

miércoles, 10 de mayo de 2006

Baldur y el Sol de Medianoche: (6) Bjarni y su forma de aparcar la moto

(Audición recomendada: The Stands - Turn The World Around)



Esta mañana me he levantado y he presagiado un día nefasto. No tenía ningún jersey o sudadera limpia para ponerme y he tenido que quitarle uno a mi padre que debe ser del jurásico por lo menos. Es feísimo, de esos típicos de lana islandesa rojos y blancos, que pican un montón. Bajo a la cocina y ya me los encuentro discutiendo a los dos. Me ven y tratan de disimular la situación. Ambos se comportan como si no ocurriera nada, pero esos momentos de hipocresía me fastidian muchísimo. Desayuno algo rapidísimo e ignoro las alusiones de mi padre al jersey. Hace un par de años que mi madre se negó a seguir haciendo la colada en casa y cada uno se tiene que machacar sus pulgas desde entonces. Cojo el parka verde y salgo a la puerta de la calle sumida en la oscuridad de un 14 de enero. Las 8:26 am. Como Bjarni no se de prisa en pasar a recogerme ya no llego. En ese mismo instante aparece doblando la esquina con su scooter adornada al estilo mod. Me subo y salimos disparados para clase.

Tenía ganas de verla. Sabía que a tercera hora ella terminaba la optativa en el aula que está justo enfrente de la mía. Me apoyo en el quicio de la puerta durante el cambio de clase y espero pacientemente. Es una locura de tumulto de gente que va y viene. Profesores, alumnos, conserjes... Una especie de marea que se va calmando poco a poco. Allí está. Sale por la puerta con la mochila al hombro. Nos miramos. La gente pasa por delante de nuestro campo de visión, pero el intercambio de miradas se mantiene imperturbable. Me sonríe tímidamente y levanta su mano en señal de saludo. Yo también sonrío. Al instante interrumpe nuestro juego Ásdís, del grupito de chicas hippies. Con un gesto amistoso me quiere saludar. Levanto mi mano y le digo hola. Sé que ésa tiene ganas de guerra, pero no me convence nada en absoluto. Además tengo mi punto de mira en Nanna.

Al terminar las clases, Bjarni está dándole los retoques finales a un trabajo que hacemos en grupo sobre historia vikinga en el aula de ordenadores. Me pide que vaya a recoger su moto mientras él deja liquidado el asunto e irnos a casa. Acepto y me encamino hacia el parking. No pude creérmelo, pero allí estaba Nanna. Parecía tener la moto atrapada en una maraña de metal. A medida que me acercaba me fui dando cuenta de que la moto que dejaba bloqueada la suya era la de Bjarni. En ese momento, quise que me tragara la tierra, porque además, pensaría que la moto era mía y que soy un inepto aparcando, que no se preocupa de dejar libre la salida para otro vehículo. Por eso, a pesar de que la situación parecía perfecta para decirle algo, decidí hacerlo de la forma más rápida posible. Cuando estuve muy cerca de ella, me di cuenta de que era bastante más guapa de lo que parecía de lejos. Tenía un pelo castaño claro, totalmente natural sin teñir, largo y lacio, a capas cada vez más cortas cerca de la cara. Sus ojos no eran azules, sino azules verdosos, dependiendo de la luz. En aquel momento, la de una farola situada a unos pocos metros que proyectaba unas sombras preciosas sobre su cuerpo. Su piel tenía aspecto de ser tersa y suave. Con el frío, tenía la punta de la nariz colorada, así como sus carrillos, con un maquillaje muy liviano. Me quedé parado durante un segundo muy cerca frente a ella, sopesando por última vez el decirle algo. Abrió aún más sus ojos en gesto de sorpresa, con el ceño ligeramente fruncido. Humedeció sus labios y pareció que quiso hablar. No le di la oportunidad de que me maldijera. Me subí a la moto, puse el contacto y me fui de allí pensando que tendría que decirle un par de cosas a Bjarni sobre su forma de aparcar.

martes, 9 de mayo de 2006

Baldur y el Sol de Medianoche: (5) Un mal día lo tiene cualquiera

(Audición recomendada: The Vines - Take Me Back)


Menos mal que no todos los días de instituto son como éste... Hoy estoy especialmente cansada, irritada, agobiada y además malísima con la regla. Sólo falta que Kára se invente una excusa para no ir al cine conmigo esta noche. Llevo esperando para ver ésta película mucho tiempo. Debe estar en la última semana de pase. Sería el remate final para una jornada de esas que hubiera sido mejor quedarse en la cama, fingiendo estar enferma o algo por el estilo. Empezamos nuevo semestre y los profesores parece que se ponen de acuerdo para mandarnos todos los trabajos a la vez... deberes, exposiciones... ¡qué pesadilla! El único aliciente para ir a clase es ver de nuevo al chico de la clase de enfrente. ¡No dejamos de mirarnos! Cada vez se hace más evidente y descarado. Hoy le he sonreído y él ha vuelto a hacer lo mismo en respuesta mientras levantaba su mano saludándome. En ése momento se ha cruzado por delante una estúpida del grupito de hippies, vestida de esa forma tan estrafalaria. No tengo nada en contra de esa forma de ser y de vivir, pero estos hippies son de fachada sólo. La ropa que se compran vale más cara que cualquier otra de marca de la pueden vestir los que ellos llaman pijos. Ellos sí que son auténticos fashion victims.

Son las cinco de la tarde y es noche cerrada a mediados de enero, por supuesto, aunque Reykjavik es una de las ciudades con mejor alumbrado nocturno del planeta, según datos oficiales. Debería tratarse de una obligación, al ser casi noche total durante 6 meses al año. Hay gente que lo encuentra muy deprimente. Islandia es el país con mayor índice de suicidio del mundo. Creo que batimos muchos récords. Los batimos en muchas categorías: el país europeo más occidental, el acantilado más alto, la catarata más caudalosa, el que menor densidad de población tiene ... y alguno más que se me olvida. A mí, sin embargo, me gusta ese romanticismo y esa idiosincrasia que nos rodea. En este momento, unos cinco grados negativos en la calle. Algo a lo que debes estar acostumbrada

Me dirijo a la moto. Es nuevecita. Me la regalaron mis padres por mis buenas notas estas navidades pasadas. Afortunadamente no hay nieve ni hielo en la calle. Tenemos un cielo raso y despejado. Me recomendaron que no la usara durante el invierno por ello, pero tenía demasiadas ganas de estrenarla. Es de color burdeos. ¡Tan mona! Tendré que ponerle alguna pegatina o distintivo para hacerla más mía aún. Giro la esquina, con la cabeza en otra cosa y me encuentro con el aparcamiento especial para motos. Había como cuarenta o cincuenta ciclomotores por doquier. La mía estaba puesta en la parte más interior. Siempre me gustó llegar de las primeras a los sitios. El problema es que ahora estaba totalmente rodeada y no podía salir. A algún espabilado le había dado por cerrar mi vía de salida. ¡Como no cogiera la moto en peso y la levantara por encima del resto...! Por supuesto, las cosas no podrían ir peor...

Cuando me pongo nerviosa me sudan muchísimo las manos y éste era uno de esos momentos. Mis sobresaltos ésa tarde no habían terminado. Era él. Aparece por la misma esquina y se dirige en línea recta hacia mí. Ahora lo de menos no era el sudor de las manos, sino el nudo que tenía en el estómago que hacía que el resto de mi cuerpo se agarrotara y no pudiera reaccionar. Cada vez estaba más cerca. Ahora a unos 30 centímetros. No ha dejado de mirarme. Ya dije que no era especialmente guapo. No era cierto. A esta distancia me parecía muy atractivo. Ojos grandes y oscuros y cabello castaño, ligeramente ondulado que tapaba un poco sus orejas. Sonríe y me dice un “hola” que suena ahogado. No parece nervioso. Tiene unas manos grandes y bonitas con dedos largos. Uñas bien cortadas que indica que no se las come. Lleva puesto un jersey de lana típico islandés de cuello alto, en colores cálidos, precioso; unos vaqueros y unas deportivas. Poco abrigado para irse en moto con esta temperatura. Para mi asombro, se mete la mano en el bolsillo y saca las llaves de la moto que bloquea mi salida. De pronto, no me parece tan mal que la hubieran aparcado ahí. “Lo siento” me dice, mientras comprueba que tengo en la mano las llaves de la moto que está atrapada, con cara de incomodidad. Ese gesto hace que su cara se exprese de tal forma que le salen unos hoyuelos a ambos lados de la boca que me parecieron irresistibles. Por dentro me decía “¡Nanna, Nanna, deja de mirarlo de esa forma, que lo vas a espantar, y dile algo ya!”. Pero fui incapaz de reaccionar y en menos de un suspiro, arrancó la moto, giró la esquina y despareció. Y yo allí como una tonta, parada, con los ojos abiertos como platos, sin creerme que había perdido la mejor oportunidad de decirle que estaba enamorada, que solo pensaba en él, que quería casarme con él y que quería que fuese el padre de mis hijos... y ni siquiera sabía su nombre... Al llegar a casa Kára me llama por teléfono. Lo del cine, a la mierda.

domingo, 7 de mayo de 2006

Baldur y el Sol de Medianoche: (4) The Den

(Audición recomendada: Oasis - Roll With it)
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Quedé con Bjarni el sábado por la noche, justo después del ensayo. Estaba como loco con un disco que había comprado y se moría de ganas de enseñármelo. En la portada aparecía una calle y dos personas desenfocadas que se cruzaban. “Lo nuevo de Oasis”, me dijo. El título era larguísimo, no me quedé con él. Pero era cierto que aquellos chicos de Manchester sonaban bastante bien. “Número uno en el Reino Unido” apostilló mi buen amigo. Estábamos en un pub juvenil –en el que no sirven alcohol- llamado The Den. Ya que no nos podíamos emborrachar allí, nos ponían música en condiciones. Ásgeir era nuestro amigo y también el dueño, camarero y DJ del local, y le gustaba complacernos. Más cerca de los cuarenta que de los treinta, había abierto el negocio hacía un par de años y nosotros éramos clientes fijos. Nos sentamos donde siempre: en la mesa de Led Zeppelín. Cada mesa estaba decorada con un dibujo de un grupo o banda musical famosa. Pedimos un par de refrescos y le dijimos que nos pusiera el disco de Bjarni, ya que no había mucha gente esa noche.

Bjarni –diminutivo de Bjorn- era un chico de complexión mas bien delgada. De pelo rubio, con flequillo largo sobre las cejas y mechones peinados hacia delante que cubrían sus orejas. No era demasiado alto para ser un escandinavo, aunque siempre decía su madre que aún le quedaba por dar el estirón. Tenía unos ojos pequeños y vivaces, de color claro, tras unas gafas de pasta azul oscuro, y un tic que le hacía parpadear de forma rápida varias veces seguidas de vez en cuando, aunque más frecuentemente si se ponía nervioso. Le gustaba gesticular mucho con las manos acompañando su locuacidad. Era el tipo de persona que te cae bien a la primera. Muy fiel, y sobre quien yo depositaba mi confianza de forma ciega siempre. Habíamos sido amigos desde el principio del colegio. Él ya estaba presente en mis recuerdos desde que tengo uso de razón. Siempre era un gran interlocutor. Inteligente y culto para un chico de su edad, aunque algo inmaduro y carente de carisma, en clase no gozaba de mucha popularidad y más de una vez tuve que sacarle de algún apuro con el típico matón de instituto.

Solíamos hablar casi siempre de lo mismo: chicas, música, deportes... nada nuevo en los temas de conversación de unos adolescentes. Pero hacerlo con Bjarni era una experiencia única: casi siempre le buscaba una vuelta de tuerca de más al asunto. Si se trataba de chicas, era capaz de nombrarme y describirme a todos y cada uno de los bombones del instituto, la ropa que llevan, las asignaturas optativas que tenían... a parte de sus elucubraciones sobre qué tipo de padres podrían tener o su hora de vuelta a casa una noche de marcha. Yo podía hacer una descripción detallada de la chica y él darme detalles, como si fuera una enorme base de datos. ¿Cómo conseguía toda esa información? Era un chico callado y muy muy observador, capaz de darse cuenta del menor matiz.

Introduje los datos en el Bjarnidatabase, como me gustaba llamarlo jocosamente: ”Alta, esbelta, ojos grandes azules, pelo castaño largo y liso y le gusta llevar camisetas de dibujos de vaquitas”. Al momento obtuve la respuesta. “Nanna Ásbjörnsdóttir. 4ºA. Su padre tiene un restaurante de marisco en el puerto. Le gusta el fútbol y el cine. No es la típica tía buena. Saca muy buenas notas. En su caso, la regla de tres de que la belleza es inversamente proporcional a la cantidad de materia gris del cerebro, no funciona. Llegó al instituto hace un par de años desde Akureyri. Está un poco plana, eso sí”. Me quedé callado y asombrado durante diez segundos. Di un sorbo a mi vaso y me limité a decir “pues están bien los tíos estos... ¿cómo se llama la canción?”. “Creo que Roll With It” contestó.

viernes, 5 de mayo de 2006

Baldur y el Sol de Medianoche: (3) Por fin mía

(Audición recomendada: Arctic Monkeys – The View From the Afternoon)





Ahí estaba ella. Con su mástil de ébano, sus incrustaciones de madreperla, clavijero Grover... con ese acabado en sunburst envejecido... Cada vez que pasaba por delante del escaparate de la tienda pensaba que sería mía y hoy es el gran día. Todo este tiempo trabajando en el burguer, respirando humo, ensuciándome de aceite requemado, trabajando a media jornada y cobrando el salario mínimo habrá servido para algo.

Me quedé parado un rato delante del cristal. Muy quieto, saboreando el momento, como había estado haciendo los últimos meses. La única diferencia será que ahora, en lugar de seguir andando por la acera, entraré, sacaré la cartera y le diré al dependiente que me la llevo. Soltaré billete a billete, todos ellos gastados y ahorrados con el sudor de mi frente y volveré cargado con la guitarra que todo músico desea a mi casa.

“Hombre, Baldur” dijo el encargado al verme entrar por la puerta. “¿Te la llevas ya?”. El pobre ha vivido toda la odisea desde el primer momento en que me enamoré del instrumento. Muchos días de ir a probarla, de preguntarle precios, de pedir descuentos... casi me la vendía al costo ya. Y eso que había gente que había ido con el dinero contante y sonante para comprarla por la cantidad del catálogo. Gudjon me la había guardado celosamente en la vitrina. Pocos chicos de 16 años pueden permitirse una guitarra como esa, pero me la he ganado. He sacrificado mis ahorros en ella, en lugar de comprarme una moto, ropa, droga, regalos inútiles para novias o cualquier otro artículo de moda entre la juventud islandesa. Los chicos del grupo van a quedarse de piedra cuando la oigan sonar. Una vez realizado el pago y habiéndole dado repetidas veces las gracias a Gudjon por lo bien que se había portado, la cogí y comencé a andar en dirección a casa. El camino se me hizo bastante más largo de lo habitual. Pesaba más de lo que me había imaginado, una vez metida en su funda rígida. Además, me moría de ganas de enchufarla al amplificador.

Cuando llegué, traté de ser sigiloso, como de costumbre. No quería que nadie me preguntase por el trasto que acarreaba, ni tampoco quería explicar que me había gastado los ahorros de un año en el instrumento. Vi a mi madre sentada en una silla de la cocina, mientras se cubría la cara con las manos. Me olía a una nueva discusión. Mis padres no atravesaban por el mejor momento de su relación matrimonial. No le pregunté por lo que había pasado. No quise estropear mi día. Había comenzado bien y estaba terminando mejor: creo que le gusto a la chica esa de la otra clase. No hace más que mirarme... y la verdad es que no me molesta. Hoy ha sido muy cómico. Iba cargada de libros y al cruzar nuestras miradas ha chocado con alguien y se le ha caído todo al suelo. Es atractiva. Esbelta. Tiene un pelo castaño claro largo y ojos muy grandes azules. He tenido la tentación de ir en su ayuda, pero el profesor de ciencias estaba desde dentro pidiéndome muy amablemente que recuperara mi sitio dentro del aula. Mañana le digo algo, sin falta.

jueves, 4 de mayo de 2006

Baldur y el Sol de Medianoche: (2) Sueños de adolescente

(Audición recomendada: Josh Rouse - 1972)







Esta mañana casi me quedo dormida. Anoche estuve viendo esa película que Kára me había prestado. No sé qué tienen las comedias románticas que me vuelven tan loca, aunque ésta, según los críticos era muy mala. No he oído el despertador y mi madre casi me saca arrastrando de la cama. Normal, es enero y aún faltan algunos meses para que veamos el sol de nuevo. Cómo echo de menos despertar con un brillante rayo de luz que atraviese mi ventana.

Me llamo Nanna. Me han dicho que viene del nombre de una diosa vikinga. La diosa de la luna; esposa de Baldur, dios de la luz, que según he leído era sabio y guapo. En mis fantasías siempre he imaginado que la luz que me despierta por las mañanas es Baldur, subido en un caballo blanco blandiendo una espada. ¡Como en los cuentos!

Tengo 16 años y estudio en el instituto en Reykjavik la especialidad de Ciencias Sociales. Algunos amigos míos me han dicho que eso es una tontería. Que, o se es de letras, o se es de ciencias. Yo creo que simplemente las matemáticas no se me dan lo suficientemente bien; no me gusta el latín ni el griego, pero me encanta escribir. También me gusta la natación y los deportes de equipo. ¡El fútbol! Según mis amigas, soy un bicho raro. A muy pocas chicas les gusta el fútbol en Islandia, mientras que se trata de un deporte nacional masculino –durante los meses que se puede practicar- junto al balonmano y la natación. Siempre que puedo, trato de alimentar otra de mis grandes pasiones: el cine.

Soy muy enamoradiza. La verdad es que se me van los ojos detrás de los chicos demasiado a menudo. Hay uno en la otra clase... desde principio de curso no dejamos de intercambiar miradas. Ni siquiera nos conocemos, pero es tan romántico que ocurra así... No es especialmente guapo: ni alto ni bajo. Pero tiene el pelo oscuro y eso me gusta mucho. No he visto muchos así y me recuerda a los galanes latinos de las películas americanas. Tiene un aura de misterio que hace que se me haga un nudo en el estómago y me quede atontada. No sé qué me pasa, que hoy casi me muero de vergüenza cuando nos hemos quedado mirándonos. He tropezado y casi me caigo al suelo con la mochila y unos libros que llevaba en la mano camino de la biblioteca. Me he puesto roja como un tomate y él ha sonreído, lo cual me ha servido para comprobar que además tiene una sonrisa muy bonita. Tengo que decirle algo, pero no quiero parecer tonta, lo cual sucede en el noventa por ciento de las veces que hablo con un chico que me gusta ¿Me estoy enamorando otra vez? ¡No Nanna! ¡Demasiado tarde!

Baldur y el Sol de Medianoche: (1) Las Tierras Sombrías

(Audición recomendada: Ryan Adams – The Shadowlands)






Mi nombre es Baldur. Según la mitología escandinava, es una de las más antiguas divinidades nórdicas que significa El Dios de las Lágrimas, -muy apropiado- hijo de Odín y Frigg. Si trataras de adivinar mi edad, probablemente te equivocarías, ya que mi físico lleva a engaño. El paso de los años se ha cobrado bastante más de lo que debería. Más de treinta y menos de cuarenta. La última vez que por obligación tuve que escribir mi fecha de nacimiento, me sorprendió a mi mismo. Ya no celebro cumpleaños. Se supone que es motivo de alegría y júbilo recordar el día del nacimiento de uno, pero los acontecimientos que se vinieron sucediendo han hecho que prefiera que sea como otro cualquiera.

Llueve. El parte meteorológico ha dado agua y descenso de temperaturas. Desde el ventanal de mi apartamento se puede ver el tumulto de gente. Una especie de mosaico multicolor que conforman los paraguas abiertos. Una corriente continua de individuos que va de un sitio para otro, perfectamente articulada. Fluye entre una fila interminable de coches cuyos conductores desearían no haber tenido la feliz idea de sacarlo del garaje esa mañana. Cada uno de ellos encierra una historia de una vida. Sus alegrías y sus tristezas; sus miedos y esperanzas; sus ilusiones y rutinas. Pasan unos junto a otros y ni se miran a la cara. Probablemente no se vuelvan a ver. Londres es una cuidad grande. No merece la pena establecer vínculos muy profundos con alguien a quien no volverás a ver jamás.

Uno de los coches hace sonar el claxon. Me saca de mi ensimismamiento. Este hecho sirve de chispa que enciende la mecha. Al cabo de un momento, como contagiados por una enfermedad, el resto de los vehículos se encuentran haciendo lo mismo; protestando ruidosamente por el embotellamiento, produciéndose una curiosa sinfonía que va disminuyendo en intensidad progresivamente, a medida que se dan cuenta de que es inútil luchar contra los elementos, para, al cabo de unos instantes, iniciar de nuevo la secuencia.

Las gotas de agua golpean rítmicamente el ventanal. Se estrellan y discurren en pequeños ríos. Mi mano apoyada sobre el cristal y mi cercana respiración han generado un circulo de vaho en el que los novios adolescentes suelen escribir su amor. Pero tal y como ocurre con la escritura en vaho, la mayoría de los amores adolescentes también desaparecen con el tiempo. La mayoría. Otros, no.