jueves, 4 de mayo de 2006

Baldur y el Sol de Medianoche: (1) Las Tierras Sombrías

(Audición recomendada: Ryan Adams – The Shadowlands)






Mi nombre es Baldur. Según la mitología escandinava, es una de las más antiguas divinidades nórdicas que significa El Dios de las Lágrimas, -muy apropiado- hijo de Odín y Frigg. Si trataras de adivinar mi edad, probablemente te equivocarías, ya que mi físico lleva a engaño. El paso de los años se ha cobrado bastante más de lo que debería. Más de treinta y menos de cuarenta. La última vez que por obligación tuve que escribir mi fecha de nacimiento, me sorprendió a mi mismo. Ya no celebro cumpleaños. Se supone que es motivo de alegría y júbilo recordar el día del nacimiento de uno, pero los acontecimientos que se vinieron sucediendo han hecho que prefiera que sea como otro cualquiera.

Llueve. El parte meteorológico ha dado agua y descenso de temperaturas. Desde el ventanal de mi apartamento se puede ver el tumulto de gente. Una especie de mosaico multicolor que conforman los paraguas abiertos. Una corriente continua de individuos que va de un sitio para otro, perfectamente articulada. Fluye entre una fila interminable de coches cuyos conductores desearían no haber tenido la feliz idea de sacarlo del garaje esa mañana. Cada uno de ellos encierra una historia de una vida. Sus alegrías y sus tristezas; sus miedos y esperanzas; sus ilusiones y rutinas. Pasan unos junto a otros y ni se miran a la cara. Probablemente no se vuelvan a ver. Londres es una cuidad grande. No merece la pena establecer vínculos muy profundos con alguien a quien no volverás a ver jamás.

Uno de los coches hace sonar el claxon. Me saca de mi ensimismamiento. Este hecho sirve de chispa que enciende la mecha. Al cabo de un momento, como contagiados por una enfermedad, el resto de los vehículos se encuentran haciendo lo mismo; protestando ruidosamente por el embotellamiento, produciéndose una curiosa sinfonía que va disminuyendo en intensidad progresivamente, a medida que se dan cuenta de que es inútil luchar contra los elementos, para, al cabo de unos instantes, iniciar de nuevo la secuencia.

Las gotas de agua golpean rítmicamente el ventanal. Se estrellan y discurren en pequeños ríos. Mi mano apoyada sobre el cristal y mi cercana respiración han generado un circulo de vaho en el que los novios adolescentes suelen escribir su amor. Pero tal y como ocurre con la escritura en vaho, la mayoría de los amores adolescentes también desaparecen con el tiempo. La mayoría. Otros, no.

1 Comments:

Anonymous Irene said...

La mayoría, si, x eso siempre es mejor dibujar un tres en raya imperecedero..... :)

7:12 p. m.  

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