domingo, 27 de junio de 2010

Baldur y el Sol de Medianoche: (34) Renacer

(Audición recomendada: The Answer - Under the sky)








Después del desastre de la fiesta de fin de curso, decidí implicarme del todo con Baldur y ser sincero de una vez con él. De todas formas no me parecía justo que Johann y Asdís supieran mi verdadera identidad. Se merecía algo mejor. Así que un día recién empezadas las vacaciones de verano lo invité a él solo al pub llamado The Den, al que sé que le gustaba mucho ir con Bjarni. Nos sentamos en la mesa de Hendrix y pedí un par de refrescos. Allí le expliqué mi situación y por qué me encontraba en Islandia. No pareció pillarle muy por sorpresa y solo esbozó una sonrisa torcida. Sé que tenía derecho a sentirse traicionado y me lo esperaba. Le pedí disculpas. Me dijo que entonces entendía algunas de las cosas que habian ocurrido como cuando nos conocimos en la tienda de instrumentos y tocamos aquella canción de Unadaptation Syndrome. Su cara comenzó a cambiar un poco y su sonrisa se fue haciendo más amplia y sincera.

Estuvimos hablando un buen rato en el que le prometí firmar absolutamente toda la discografía de mi ya ex-grupo, la cual poseía. También quiso que le firmara su estupenda guitarra Gibson, pero al momento recordó la suerte que deparó al instrumento algunas noches atrás. Fue cuando le expuse mi propuesta. Yo estaba dispuesto a reponer todo el equipo del grupo de mi bolsillo si hacía falta, y a suplir a Bjarni como bajista para la importante cita que iban a tener en el certamen nacional de bandas en pocas semanas. Me miró con cara de estupefacción. Sabía que en el poco tiempo que me había conocido, yo cumplía las cosas que decía. Realmente me sentía en deuda con todos aquellos chicos. Me habían proporcionado el calor de la auténtica amistad y la ilusión y las ganas de tocar música en el sentido más puro. Sin compromisos discográficos, dinero, contratos y demás basura. Para mi, comprar un equipo completo para la banda no suponía absolutamente nada en mi acaudalada cuenta bancaria y ver sonreir y hacer felices a los muchachos no tenía precio.

Saqué de mi gastada chaqueta varios catálogos de instrumentos que horas antes había recogido de la tienda de Gudjon y los puse encima de la mesa. "Baldur, elige lo que quieras". Con una cara que jamás olvidaré en mi vida, el muchacho se lanzó con avidez sobre aquello, no sin antes preguntarme si estaba seguro sobre lo que estaba diciendo.

Allí pasamos las siguientes 2 horas descubriendo guitarras, amplificadores y baterías para reponer ante un vaso de refresco que yo me ocupaba de que estuviera siempre lleno. El chico tenía buen gusto y supo dar en el clavo con el mejor equipo posible. No le puse límite al presupuesto. Aún así, tampoco quiso abusar de mi generosidad. Al día siguiente pasaríamos por la tienda y le haríamos el agosto al bueno de Gudjon. Bjarni volvería a tener su Gibson.

Baldur y el Sol de Medianoche: (33) Pete Townshend mode

(Audición recomendada: Sheryl Crow - If it makes you happy)







Anoche fue la fiesta de fin de curso del instituto y The Lazy Weekends actuaron. Mas o menos. Mi novio Baldur, Johann, Bjarni y Asdís se subieron al escenario a eso de las 20.30 h. y todo pareció ir normal. Normal, teniendo en cuenta que Bjarni prácticamente no comía y solo se emborrachaba y se drogaba, sus errores al bajo eran más que previsibles. Todos en la banda sospechaban que de una manera u otra iba a ser su último concierto. Jim, con una autorización especial de la junta directiva del centro para presenciar el evento, estaba sentado a mi lado y comía un cacahuete detrás del otro. Después ocurrió aquello que hizo que ese concierto se convirtiera en inolvidable.

El salón de actos del pequeño instituto de Reykjavik estaba lleno de compañeros, amigos y algunos de los profesores que se llevaban mejor con los alumnos. Habían mesitas con frutos secos, chucherías y bebidas sin alcohol y al fondo, un escenario con su telón y faldilla. Muy al estilo de la típica película de adolescentes americana. Los chicos salieron a escena y después de la quinta canción y el enésimo error de Bjarni, éste, como poseído por el demonio se lió a golpes con todo el equipo de sonido e instrumental. Con los ojos inyectados en sangre, fue derrumbando altavoces, amplificadores, monitores, micrófonos, batería y todo cuanto estaba a su paso ante la estupefacta mirada de sus compañeros de grupo. Nadie podía dar crédito a lo que estaba sucediendo allí. Los profesores que habían estaban parados, con la cara blanca y la boca abierta. Los alumnos, algunos compartían la cara de asombro y otros empezaron a desternillarse de risa.

Cuando el bajo de Bjarni, usado a modo de bate de beisbol, acabó deshaciéndose en sus manos tras derribar el último timbal de batería, Baldur pareció ser el único decidido a poner fin al hambre de destrucción de su mejor amigo y se dirigió a él para tranquilizarlo. De un movimiento rápido y violento, la desconocida fiera arrancó de su correa la guitarra que mi novio guardaba como oro en paño y acabó haciéndola astillas contra el suelo a pesar de los esfuerzos de su dueño y de, ahora sí, Asdís y Johann por detenerlo. Ese fue el final. Ahora la mayor cólera sobre el escenario era de Baldur, que saltó sobre Bjarni y asestó un par de puñetazos a la cara de su amigo.

Yo me mantenía al margen de todo, con cara de no entender lo que estaba sucediendo a pocos metros sobre el escenario, mientras que Jim y algunos profesores ya habían llegado al lugar del conflicto para apaciguar los ánimos. Tuvieron que sujetar entre varios a mi chico para que el pobre loco de su bajista no acabara en el hospital. Después de todo aquello, ninguno de nosotros tuvo más ganas de seguir allí.

Baldur y yo terminamos juntos sentados en un banco del parque hasta altas horas de la noche, mientras ahogaba sus penas en mi hombro. Yo sabía que lo que más le dolía no era haber perdido su guitarra que tanto le había costado comprar, sino la terrible impresión que había dejado la banda. El director del instituto le había abroncado durante un buen rato. Lo peor es que aún nos quedaba un año allí. Y no tenía pinta de que fuera a ser fácil. Para más inri, quedaba muy poco para la primera ronda del certamen nacional de bandas. Y ahora no tenían ni equipo para tocar. Ni bajista tampoco, claro.