domingo, 8 de agosto de 2010

Baldur y el Sol de Medianoche: (37) Dicotomía

(Audición recomendada: Coldplay - Don't panic)






Desde Husavík había perdido un poco la noción del espacio y el tiempo. Jonas, nuestro manager que el pequeño sello al que pertenecíamos nos había asignado, había programado una gira de conciertos por casi toda la geografía nacional. Tocamos en todas y cada una de las localidades cuya población superaba los 500 habitantes. También se encargaba de suministrar ciertas cantidades de droga y otras mercancías que la banda iba necesitando. Jonas era de la edad de John, ya más cerca de los cuarenta que de los treinta. Había sido parte de la banda de Björk en su primera época, como teclista. Cuando me di cuenta de las dimensiones a las que el desmadre había llegado, era demasiado tarde. Era muy normal encontrar marihuana, hachís o cocaína en nuestros camerinos. Lo habitual no era estar todo el día colocados, pero esta semana llevamos 4 conciertos seguidos y aún no tenemos dinero para contratar a roadies o pipas que nos hagan trabajos de carga y descarga de equipo, así que el desgaste físico al que estamos sometidos es muy grande.


Creo que empiezo a ser consciente del efecto que tienen nuestras canciones en la gente. Cuando rasgueo los primeros acordes de Forever, es como si se volvieran locos. En una de las salas que contaban con una bola de discoteca colgando del techo, se las arreglaron para arrancarla y lanzarla sobre sus propias cabezas, pasándosela de mano en mano. Ni siquiera John, con Unadaptation Syndrome había experimentado unas reacciones tan violentas por parte del público.


El concierto de anoche, que creo que fue en Seydhisfjordhur, fue especialmente destructivo y lisérgico. Apenas recuerdo comenzar el repertorio con Part of you y después nada. Esta mañana me he despertado con una estampa que estoy harto de ver en películas y leer en libros. Además, mi resaca era histórica. Había una chica rubia muy guapa tumbada en la cama del hostal junto a mí y botellas de cerveza vacías tiradas por doquier. La habitación era semejante a un escenario de guerra. Restos de porros y de coca, ceniceros llenos y un hedor insoportable. En la cama de al lado yacía Johann abrazado a otra voluptuosa mujer. Me he puesto un pantalón y una camiseta sucia y he salido al pasillo. Llamo a la puerta contigua y abre John, con la cara hecha un poema. Al fondo, sobre la cama, aún duerme Asdís. “¿Qué quieres? No tenemos que irnos hasta las 12 y aún son las 10” me dijo de mala gana. “John, creo que anoche el desfase fue demasiado y tengo serias lagunas sobre lo que ocurrió” le expliqué. “Todos bebimos y tomamos demasiadas cosas, pero de lo que sí me acuerdo es de Nanna”. En ese momento se me hizo un nudo en el estómago. “¿Nanna? ¿Cómo que Nanna?” pregunté muy nervioso. “Nanna vino a verte y cuando se dio cuenta del show que tenías montado con tu amiguita la rubia y su compañera, huyó como alma que lleva el diablo en un rio de lágrimas. No pudimos detenerla” dijo Asdís ya despierta, pero boca abajo sobre la cama.


El corazón me dio un vuelco y corrí de vuelta a revolver entre mis pantalones, buscando mi teléfono móvil. Un cacharro que hasta entonces no había usado demasiado. Estaba sin batería. Tardé un buen rato en encontrar el cargador y arrancarlo de nuevo. Por un momento dudé en el PIN y eso me costó 2 intentos erróneos, pero finalmente lo conseguí. De pronto sonó varias veces y me llegaron 3 mensajes seguidos, de diferentes horas. Los tres de Nanna. El primero era desde el autobús y en él me decía que iba a ser una sorpresa pero no aguantaba más y me tenía que decir que estaba de camino para verme. El segundo era desde la audiencia del concierto en el que criticaba cariñosamente algún error de ejecución en algunas canciones. Ella era probablemente una de las personas que más veces nos había visto en directo y sí era capaz de notar esas cosas. El tercero simplemente rezaba “Eres un cabrón. Adiós Baldur”. Después de leerlo me quedé parado, con la sangre helada y los ojos muy abiertos. De pronto la resaca ya no me importaba tanto. ¿Dónde habría pasado la noche? Sabía que no volverían a haber autobuses hasta el día siguiente. Quizás aún estuviera en Seydhisfjordhur. Es un pueblo pequeño de apenas 1000 habitantes y hay pocos sitios a los que ir. Me puse la chaqueta y salí a la calle muy nervioso en una misión desesperada. Al cabo de unos 45 minutos de búsqueda infructuosa preguntando en el embarcadero, la policía y unas pequeñas tiendecitas, volví al hostal. Allí vi sentada en la puerta a Asdís mientras fumaba un porro. “¿Ya?” preguntó. “¿Cómo que ya?” repliqué cabreado. “Si ya te has tranquilizado” me aclaró. “Supongo que sí” contesté derrotado. “Has salido tan rápido que no me ha dado tiempo a contarte más” puntualizó Asdís. “Estuve hablando por teléfono con ella al poco tiempo de huir” continuó. “Ha pasado la noche vagabundeando por el pueblo hasta que a las 6 de la mañana ha pasado el primer autobús de vuelta a Reykjavik y lo ha tomado. Estaba destrozada” dijo en un tono seco. Luego cambió la expresión de su cara y mientras me ofrecía fumar dijo “Baldur, ahora pertenecéis a mundos diferentes. ¿Quién sabe si lo natural es que ocurriera esto?”. Si eso era lo natural, yo no estaba preparado para ello. Tenía que elegir entre una vida de rock and roll y Nanna. Y no me gustaba.