Ahí estaba ella. Con su mástil de ébano, sus incrustaciones de madreperla, clavijero Grover... con ese acabado en sunburst envejecido... Cada vez que pasaba por delante del escaparate de la tienda pensaba que sería mía y hoy es el gran día. Todo este tiempo trabajando en el burguer, respirando humo, ensuciándome de aceite requemado, trabajando a media jornada y cobrando el salario mínimo habrá servido para algo.
Me quedé parado un rato delante del cristal. Muy quieto, saboreando el momento, como había estado haciendo los últimos meses. La única diferencia será que ahora, en lugar de seguir andando por la acera, entraré, sacaré la cartera y le diré al dependiente que me la llevo. Soltaré billete a billete, todos ellos gastados y ahorrados con el sudor de mi frente y volveré cargado con la guitarra que todo músico desea a mi casa.
“Hombre, Baldur” dijo el encargado al verme entrar por la puerta. “¿Te la llevas ya?”. El pobre ha vivido toda la odisea desde el primer momento en que me enamoré del instrumento. Muchos días de ir a probarla, de preguntarle precios, de pedir descuentos... casi me la vendía al costo ya. Y eso que había gente que había ido con el dinero contante y sonante para comprarla por la cantidad del catálogo. Gudjon me la había guardado celosamente en la vitrina. Pocos chicos de 16 años pueden permitirse una guitarra como esa, pero me la he ganado. He sacrificado mis ahorros en ella, en lugar de comprarme una moto, ropa, droga, regalos inútiles para novias o cualquier otro artículo de moda entre la juventud islandesa. Los chicos del grupo van a quedarse de piedra cuando la oigan sonar. Una vez realizado el pago y habiéndole dado repetidas veces las gracias a Gudjon por lo bien que se había portado, la cogí y comencé a andar en dirección a casa. El camino se me hizo bastante más largo de lo habitual. Pesaba más de lo que me había imaginado, una vez metida en su funda rígida. Además, me moría de ganas de enchufarla al amplificador.
Cuando llegué, traté de ser sigiloso, como de costumbre. No quería que nadie me preguntase por el trasto que acarreaba, ni tampoco quería explicar que me había gastado los ahorros de un año en el instrumento. Vi a mi madre sentada en una silla de la cocina, mientras se cubría la cara con las manos. Me olía a una nueva discusión. Mis padres no atravesaban por el mejor momento de su relación matrimonial. No le pregunté por lo que había pasado. No quise estropear mi día. Había comenzado bien y estaba terminando mejor: creo que le gusto a la chica esa de la otra clase. No hace más que mirarme... y la verdad es que no me molesta. Hoy ha sido muy cómico. Iba cargada de libros y al cruzar nuestras miradas ha chocado con alguien y se le ha caído todo al suelo. Es atractiva. Esbelta. Tiene un pelo castaño claro largo y ojos muy grandes azules. He tenido la tentación de ir en su ayuda, pero el profesor de ciencias estaba desde dentro pidiéndome muy amablemente que recuperara mi sitio dentro del aula. Mañana le digo algo, sin falta.
2 Comments:
Sigue escribiendo cabrón que me tienes enganchado....
En fin Juanma,que aparte de un pervertido sexual,escribes de miedo....
Un saludete!
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