Seguía lloviendo en Londres y el panorama no había cambiado mucho en las últimas horas, pero yo seguía observando el cuadro de la calle. Apoyé mi brazo izquierdo en el marco de madera noble de la ventana mientras apuraba el enésimo vaso de Jack Daniel’s del día.
Mi mirada perdida de pronto se centró cuando apareció ella entre el tumulto de gente, saliendo de la estación de metro que viene del aeropuerto. Rápidamente sequé de vaho todos los cristalitos del ventanal que entorpecían mi vista. Iba preciosa, con un abrigo oscuro bien ceñido que ensalzaba perfectamente su esbelta figura a sus treinta y muchos. Tomaba de la mano a un niño de unos 5 o 6 años que la seguía a regañadientes. Alargué mi brazo para coger mi chaqueta y salir en su busca, en un solo impulso, pero luego lo pensé mejor y me di cuenta de que no sería lo más apropiado, además del circo que se podría montar en la calle. Así las cosas, decidí seguir con la mirada aquella silueta que tanto había significado en mi vida hasta que fue a subirse a un Audi negro de gama alta. Salió a su encuentro un hombre más o menos de la misma edad que la abrazó y besó. Tomó en brazos al crío y también lo besó. Luego abrió la puerta trasera y lo introdujo con cuidado. Después abrió la del copiloto y ella se subió con él. A los pocos segundos el coche dobló la esquina y se perdió de mi vista. Eso fue lo más importante que había sucedido en mi vida en los últimos meses.
Me senté en el sofá de la lujosa habitación del hotel y pedí más Jack Daniel’s al servicio de habitaciones. Mientras tanto, el portátil me mostraba el último videoclip de Bel Riose en el canal de YouTube. El plasma de 42 pulgadas seguía vomitando la misma noticia una y otra vez, lo pusiera en el canal que fuera. Eso si… en alta definición.
Desde Husavík había perdido un poco la noción del espacio y el tiempo. Jonas, nuestro manager que el pequeño sello al que pertenecíamos nos había asignado, había programado una gira de conciertos por casi toda la geografía nacional. Tocamos en todas y cada una de las localidades cuya población superaba los 500 habitantes. También se encargaba de suministrar ciertas cantidades de droga y otras mercancías que la banda iba necesitando. Jonas era de la edad de John, ya más cerca de los cuarenta que de los treinta. Había sido parte de la banda de Björk en su primera época, como teclista. Cuando me di cuenta de las dimensiones a las que el desmadre había llegado, era demasiado tarde. Era muy normal encontrar marihuana, hachís o cocaína en nuestros camerinos. Lo habitual no era estar todo el día colocados, pero esta semana llevamos 4 conciertos seguidos y aún no tenemos dinero para contratar a roadies o pipas que nos hagan trabajos de carga y descarga de equipo, así que el desgaste físico al que estamos sometidos es muy grande.
Creo que empiezo a ser consciente del efecto que tienen nuestras canciones en la gente. Cuando rasgueo los primeros acordes de Forever, es como si se volvieran locos. En una de las salas que contaban con una bola de discoteca colgando del techo, se las arreglaron para arrancarla y lanzarla sobre sus propias cabezas, pasándosela de mano en mano. Ni siquiera John, con Unadaptation Syndrome había experimentado unas reacciones tan violentas por parte del público.
El concierto de anoche, que creo que fue en Seydhisfjordhur, fue especialmente destructivo y lisérgico. Apenas recuerdo comenzar el repertorio con Part of you y después nada. Esta mañana me he despertado con una estampa que estoy harto de ver en películas y leer en libros. Además, mi resaca era histórica. Había una chica rubia muy guapa tumbada en la cama del hostal junto a mí y botellas de cerveza vacías tiradas por doquier. La habitación era semejante a un escenario de guerra. Restos de porros y de coca, ceniceros llenos y un hedor insoportable. En la cama de al lado yacía Johann abrazado a otra voluptuosa mujer. Me he puesto un pantalón y una camiseta sucia y he salido al pasillo. Llamo a la puerta contigua y abre John, con la cara hecha un poema. Al fondo, sobre la cama, aún duerme Asdís. “¿Qué quieres? No tenemos que irnos hasta las 12 y aún son las 10” me dijo de mala gana. “John, creo que anoche el desfase fue demasiado y tengo serias lagunas sobre lo que ocurrió” le expliqué. “Todos bebimos y tomamos demasiadas cosas, pero de lo que sí me acuerdo es de Nanna”. En ese momento se me hizo un nudo en el estómago. “¿Nanna? ¿Cómo que Nanna?” pregunté muy nervioso. “Nanna vino a verte y cuando se dio cuenta del show que tenías montado con tu amiguita la rubia y su compañera, huyó como alma que lleva el diablo en un rio de lágrimas. No pudimos detenerla” dijo Asdís ya despierta, pero boca abajo sobre la cama.
El corazón me dio un vuelco y corrí de vuelta a revolver entre mis pantalones, buscando mi teléfono móvil. Un cacharro que hasta entonces no había usado demasiado. Estaba sin batería. Tardé un buen rato en encontrar el cargador y arrancarlo de nuevo. Por un momento dudé en el PIN y eso me costó 2 intentos erróneos, pero finalmente lo conseguí. De pronto sonó varias veces y me llegaron 3 mensajes seguidos, de diferentes horas. Los tres de Nanna. El primero era desde el autobús y en él me decía que iba a ser una sorpresa pero no aguantaba más y me tenía que decir que estaba de camino para verme. El segundo era desde la audiencia del concierto en el que criticaba cariñosamente algún error de ejecución en algunas canciones. Ella era probablemente una de las personas que más veces nos había visto en directo y sí era capaz de notar esas cosas. El tercero simplemente rezaba “Eres un cabrón. Adiós Baldur”. Después de leerlo me quedé parado, con la sangre helada y los ojos muy abiertos. De pronto la resaca ya no me importaba tanto. ¿Dónde habría pasado la noche? Sabía que no volverían a haber autobuses hasta el día siguiente. Quizás aún estuviera en Seydhisfjordhur. Es un pueblo pequeño de apenas 1000 habitantes y hay pocos sitios a los que ir. Me puse la chaqueta y salí a la calle muy nervioso en una misión desesperada. Al cabo de unos 45 minutos de búsqueda infructuosa preguntando en el embarcadero, la policía y unas pequeñas tiendecitas, volví al hostal. Allí vi sentada en la puerta a Asdís mientras fumaba un porro. “¿Ya?” preguntó. “¿Cómo que ya?” repliqué cabreado. “Si ya te has tranquilizado” me aclaró. “Supongo que sí” contesté derrotado. “Has salido tan rápido que no me ha dado tiempo a contarte más” puntualizó Asdís. “Estuve hablando por teléfono con ella al poco tiempo de huir” continuó. “Ha pasado la noche vagabundeando por el pueblo hasta que a las 6 de la mañana ha pasado el primer autobús de vuelta a Reykjavik y lo ha tomado. Estaba destrozada” dijo en un tono seco. Luego cambió la expresión de su cara y mientras me ofrecía fumar dijo “Baldur, ahora pertenecéis a mundos diferentes. ¿Quién sabe si lo natural es que ocurriera esto?”. Si eso era lo natural, yo no estaba preparado para ello. Tenía que elegir entre una vida de rock and rolly Nanna. Y no me gustaba.
Hoy me he saltado las clases de la facultad para ir a ver a Baldur a Seydhisfjordhur. Hace tiempo que me porto demasiado bien. Llevo aprobadas todas las asignaturas en sus correspondientes convocatorias y necesito relajarme un poco, así que hoy he decidido darle una sorpresa y plantarme en el concierto de esta noche. No nos vemos desde hace un par de meses, cuando tocaron en Reykjavik por última vez. Estoy muy contenta por todos ellos, porque las cosas les van realmente bien. Yo era tan torpe con los instrumentos musicales que jamás pude unirme a ellos, por mucho que quisiera. En su lugar, seguí el consejo de mis padres y comencé una carrera universitaria. Derecho.
Hans, un buen amigo de clase danés que está de intercambio este año, me ha acercado hasta la estación de autobús. Lo conocí a principio de curso y enseguida hicimos buenas migas. Siempre se ha portado muy bien conmigo y es un secreto a voces que yo le gusto, pero Baldur significa demasiado para mí. Nunca podría traicionarle. Aunque la tentación es grande. Hans es bastante guapo y sé de buena tinta que hay muchas chicas de nuestro círculo de amistad que están muy interesadas en él. Incluso las gafas de pasta que lleva lo hacen más atractivo.
El moderno autobús bordea la abrupta costa de la isla en un viaje de 7 horas desde el extremo occidental al oriental, atravesando paisajes desolados y acantilados castigados por el salvaje oleaje reinante. Tan solo la enorme ilusión de volver a ver a Baldur es lo que me hace sonreír. Este cuatrimestre ha sido muy duro. Siempre que puedo, le escribo algún email o le envío un SMS, que no siempre son contestados. Es lo que tiene toda esta nueva tecnología, que aún no es del todo fiable. Ahora hay un gran boom en el desarrollo de los teléfonos móviles y de Internet.
Bjarni da señales de vida de vez en cuando. Se fue a Dinamarca con sus tíos después de todo el follón en la fiesta de fin de curso del instituto. Menos mal que salió de aquella espiral de autodestrucción en la que se había metido y empezó a rehacer su vida. Ahora él también estaba en la universidad y estudiaba arquitectura, allí en Copenhague. Siempre recibí sus correos con alegría. A Baldur no le costó mucho perdonarlo. Los enfados no le duraban demasiado. Además Bjarni era como su hermano. Aún así estaba claro que las vidas de cada uno se habían separado y tomado caminos muy diferentes.
Sin que nadie lo esperara, The Lazy Weekends comenzaron a tener muchos conciertos después de que ganaran el certamen de bandas de Islandia de 1996. Primero en pequeños bares de Reykjavik, donde nunca habrían imaginado que podrían tocar y luego en salas de medio aforo y auditorios de las principales ciudades del país. De pronto teniamos 4 conciertos a la semana. Acabamos por comprar una furgoneta de segunda mano para poder transportar el equipo mejor. Yo pasé de la guitarra al bajo, porque John evidentemente era mucho más diestro que yo a las seis cuerdas, y él se quedó como guitarrista solista; Johann continuaba a la batería, mejorando día a día. Nadie sabía donde estaba el techo de este taciturno personaje; Baldur a la guitarra rítmica y vocalista principal. Había ganado muchísima confianza y conseguido imprimir un estilo muy personal a su voz, siempre en inglés.
Grabamos un EP como premio, en uno de los mejores estudios de Islandia, que John ya conocía y donde había estado con Johann un tiempo atrás y sin que nadie lo supiera. Juntos habían empezado allí a darle forma a algunos temas nuevos. Finalmente se decidió por unificar los dos proyectos en uno solo: Bel Riose. El nombre vino de uno de los personajes de las novelas de Isaac Asimov, autor fetiche de Johann, que un día estando sentado a su batería y sin haber abierto la boca en todo el día, lo propuso con una voz de ultratumba y resonancia impresionantes que nos hizo volvernos hacia él y mirarlo fijamente durante unos segundos. Nada que replicar. A todos nos gustó al instante. Ahora, Bel Riose empezó a tener cierta popularidad a nivel nacional. Una cosa nada descabellada, teniendo en cuenta que Islandia tiene una población aproximada de 300.000 personas. En el 99, ya con un contrato con un pequeño sello bajo el brazo, fuimos uno de los grupos que participó en la primera edición del Iceland Airwaves Festival. En aquel entonces se celebró en un hangar del pequeño aeropuerto de Reykjavik. Ahora es uno de los festivales de música independiente de referencia en Europa.
Forever, de Baldur, mi tema Every moment, Molly o When I close my eyes , firmados por John, se convirtieron en pequeños éxitos incluidos en ese primer EP. No era raro encontrarte con alguno de ellos en el dial de la radio. Fue especial cuando tocamos en Akureyri en el auditorio. Mi madre y mis amigos de la universidad fueron todos a vernos. Islandia se empezó a quedar pequeña. Por otro lado, John y yo seguíamos juntos. Nuestra relación se había convertido en algo muy natural, sin compromisos. Nos conocimos bien y eso nos ayudó a relajarnos y a saber hasta qué punto teníamos cierta libertad.
Después del desastre de la fiesta de fin de curso, decidí implicarme del todo con Baldur y ser sincero de una vez con él. De todas formas no me parecía justo que Johann y Asdís supieran mi verdadera identidad. Se merecía algo mejor. Así que un día recién empezadas las vacaciones de verano lo invité a él solo al pub llamado The Den, al que sé que le gustaba mucho ir con Bjarni. Nos sentamos en la mesa de Hendrix y pedí un par de refrescos. Allí le expliqué mi situación y por qué me encontraba en Islandia. No pareció pillarle muy por sorpresa y solo esbozó una sonrisa torcida. Sé que tenía derecho a sentirse traicionado y me lo esperaba. Le pedí disculpas. Me dijo que entonces entendía algunas de las cosas que habian ocurrido como cuando nos conocimos en la tienda de instrumentos y tocamos aquella canción de Unadaptation Syndrome. Su cara comenzó a cambiar un poco y su sonrisa se fue haciendo más amplia y sincera.
Estuvimos hablando un buen rato en el que le prometí firmar absolutamente toda la discografía de mi ya ex-grupo, la cual poseía. También quiso que le firmara su estupenda guitarra Gibson, pero al momento recordó la suerte que deparó al instrumento algunas noches atrás. Fue cuando le expuse mi propuesta. Yo estaba dispuesto a reponer todo el equipo del grupo de mi bolsillo si hacía falta, y a suplir a Bjarni como bajista para la importante cita que iban a tener en el certamen nacional de bandas en pocas semanas. Me miró con cara de estupefacción. Sabía que en el poco tiempo que me había conocido, yo cumplía las cosas que decía. Realmente me sentía en deuda con todos aquellos chicos. Me habían proporcionado el calor de la auténtica amistad y la ilusión y las ganas de tocar música en el sentido más puro. Sin compromisos discográficos, dinero, contratos y demás basura. Para mi, comprar un equipo completo para la banda no suponía absolutamente nada en mi acaudalada cuenta bancaria y ver sonreir y hacer felices a los muchachos no tenía precio.
Saqué de mi gastada chaqueta varios catálogos de instrumentos que horas antes había recogido de la tienda de Gudjon y los puse encima de la mesa. "Baldur, elige lo que quieras". Con una cara que jamás olvidaré en mi vida, el muchacho se lanzó con avidez sobre aquello, no sin antes preguntarme si estaba seguro sobre lo que estaba diciendo.
Allí pasamos las siguientes 2 horas descubriendo guitarras, amplificadores y baterías para reponer ante un vaso de refresco que yo me ocupaba de que estuviera siempre lleno. El chico tenía buen gusto y supo dar en el clavo con el mejor equipo posible. No le puse límite al presupuesto. Aún así, tampoco quiso abusar de mi generosidad. Al día siguiente pasaríamos por la tienda y le haríamos el agosto al bueno de Gudjon. Bjarni volvería a tener su Gibson.
Anoche fue la fiesta de fin de curso del instituto y The Lazy Weekends actuaron. Mas o menos. Mi novio Baldur, Johann, Bjarni y Asdís se subieron al escenario a eso de las 20.30 h. y todo pareció ir normal. Normal, teniendo en cuenta que Bjarni prácticamente no comía y solo se emborrachaba y se drogaba, sus errores al bajo eran más que previsibles. Todos en la banda sospechaban que de una manera u otra iba a ser su último concierto. Jim, con una autorización especial de la junta directiva del centro para presenciar el evento, estaba sentado a mi lado y comía un cacahuete detrás del otro. Después ocurrió aquello que hizo que ese concierto se convirtiera en inolvidable.
El salón de actos del pequeño instituto de Reykjavik estaba lleno de compañeros, amigos y algunos de los profesores que se llevaban mejor con los alumnos. Habían mesitas con frutos secos, chucherías y bebidas sin alcohol y al fondo, un escenario con su telón y faldilla. Muy al estilo de la típica película de adolescentes americana. Los chicos salieron a escena y después de la quinta canción y el enésimo error de Bjarni, éste, como poseído por el demonio se lió a golpes con todo el equipo de sonido e instrumental. Con los ojos inyectados en sangre, fue derrumbando altavoces, amplificadores, monitores, micrófonos, batería y todo cuanto estaba a su paso ante la estupefacta mirada de sus compañeros de grupo. Nadie podía dar crédito a lo que estaba sucediendo allí. Los profesores que habían estaban parados, con la cara blanca y la boca abierta. Los alumnos, algunos compartían la cara de asombro y otros empezaron a desternillarse de risa.
Cuando el bajo de Bjarni, usado a modo de bate de beisbol, acabó deshaciéndose en sus manos tras derribar el último timbal de batería, Baldur pareció ser el único decidido a poner fin al hambre de destrucción de su mejor amigo y se dirigió a él para tranquilizarlo. De un movimiento rápido y violento, la desconocida fiera arrancó de su correa la guitarra que mi novio guardaba como oro en paño y acabó haciéndola astillas contra el suelo a pesar de los esfuerzos de su dueño y de, ahora sí, Asdís y Johann por detenerlo. Ese fue el final. Ahora la mayor cólera sobre el escenario era de Baldur, que saltó sobre Bjarni y asestó un par de puñetazos a la cara de su amigo.
Yo me mantenía al margen de todo, con cara de no entender lo que estaba sucediendo a pocos metros sobre el escenario, mientras que Jim y algunos profesores ya habían llegado al lugar del conflicto para apaciguar los ánimos. Tuvieron que sujetar entre varios a mi chico para que el pobre loco de su bajista no acabara en el hospital. Después de todo aquello, ninguno de nosotros tuvo más ganas de seguir allí.
Baldur y yo terminamos juntos sentados en un banco del parque hasta altas horas de la noche, mientras ahogaba sus penas en mi hombro. Yo sabía que lo que más le dolía no era haber perdido su guitarra que tanto le había costado comprar, sino la terrible impresión que había dejado la banda. El director del instituto le había abroncado durante un buen rato. Lo peor es que aún nos quedaba un año allí. Y no tenía pinta de que fuera a ser fácil. Para más inri, quedaba muy poco para la primera ronda del certamen nacional de bandas. Y ahora no tenían ni equipo para tocar. Ni bajista tampoco, claro.
Bjarni tomaba muchas drogas. No sé si mis padres se darían cuenta. Quizás creían que el estado de absoluta dejadez y lamentable aspecto tenía que ver directamente con la muerte de sus padres. Probablemente buena parte de ello sí, pero solo era una de las causas. En cuestión de un par de semanas empezó a fumar marihuana. Mucha. Y sé de buena tinta que alguna cosa más también. No sabía de dónde la sacaba ni quién se la suministraba, pero mi amigo cambió de la noche a la mañana. Islandia es un país en el que el consumo y venta de estupefacientes no se encuentra en la lista de problemas a abordar por parte del gobierno porque sencillamente, no existe tal problema. Eso se convierte en un arma de doble filo, ya que conseguir sustancias ilegales se convierte en algo fácil para la juventud. No hay un control exhaustivo por parte de las fuerzas del orden. Aquí la policía no lleva ni pistola. El país es una zona de paso para el tráfico de drogas entre Estados Unidos y Europa.
Bjarni estaba medio zombi todo el día. No iba a clase, no iba a los ensayos, no me hablaba... lo intenté, pero no quiso ni mirarme a la cara. Mis padres lo trataban bien y eran muy condescendientes. Al fin y al cabo era una víctima, pero la cosa se les estaba yendo de las manos. Pensé en decirles lo que sospechaba, pero tuve la extraña sensación de que lo iba a traicionar y decidí darle algo más de confianza. Al menos seguía volviendo a casa a dormir...
Según se acercaba el final del curso académico e iba llegando el verano subía el termómetro y teníamos días muy agradables, incluso soleados. Esos días no ensayábamos y nos íbamos a tirarnos en el césped de un parque sin camiseta. A Nanna le levantaron el castigo, porque veían que retenerla en casa era algo peor aún que dejarla venir conmigo. Uno de esos días vimos a Kára después de un largo tiempo. Nanna me dijo que se había distanciado mucho de ella desde que empezamos a salir y que le daba un poco de pena, porque no se sentía cómoda en nuestro círculo de amistad. Estaba a unos 20 metros de nosotros y parecía que no nos había visto, o no tenía ganas de vernos. En lugar de eso estaba dándose el lote con un chico al que identifiqué rápidamente. Thordur. Nos quedamos de piedra y los dos nos miramos con cara de no entender nada.
A pesar de las repetidas ausencias de Bjarni de los ensayos, la banda estaba empezando a sonar realmente bien. En esos casos, nos permitíamos el lujo de que Jim tocara el bajo. Era condenadamente bueno. Incluso a la batería era casi tan bueno como Johann. Forever y Every Moment se convirtieron en nuestras banderas como canciones propias. Estábamos muy ilusionados con el Certamen Nacional de Bandas que se celebraba anualmente en Reykjavik. Por primera vez tomaríamos parte en la competición. Antes de eso, presentaríamos al grupo en la fiesta de clausura de curso escolar en el instituto.
Me junté con una buena cantidad de canciones para mi sorpresa. Casi tenía para grabar un disco entero. Todo este tiempo aquí me había servido de mucho. Fui a ver a Gudjon a la tienda para informarme sobre sitios para grabar en Reykjavik. Me habló de Sundlaugin, que significa "piscina". Un estudio de grabación construido sobre una antigua piscina cubierta, totalmente reformado para el nuevo cometido. Situado en el barrio de las afueras Mosfellsbær, allí estaban trabajando en su primer disco una de las bandas más populares de la ciudad: Sigur Rós.
Johann y yo terminamos haciendo muy buenas migas. Era un excelente batería y el drama de Bjarni pareció ablandarlo. Se hizo un poco más accesible a los demás. Hacía tiempo que andaba dándole vueltas a un nuevo proyecto. Quería dar forma a esas canciones de alguna manera. Tenía pensados arreglos e instrumentaciones, pero todo estaba en mi cabeza. Después de bebernos unas pintas en el pub, fuimos hasta el estudio para verlo y hablar un poco con Adalsteinn, el jefe del complejo. Reservé un fin de semana completo, para ir maquetando ideas e ir grabando sobre la marcha. Johann no se acababa de creer que hubiera soltado todo ese dinero de golpe. Luego me dirigí a él muy serio y le hablé de mi propuesta. Todo aquello formaba parte de la preproducción de un disco. El primero que iba a sacar en solitario. Yo era capaz de grabar todos los instrumentos excepto la batería. Por eso le necesitaba. Le pregunté si tenía experiencia en estudio y me contestó que había grabado alguna maqueta con un grupo que había tenido anteriormente, pero nada profesional. A mi me parecía y estaba convencido de que él era capaz de hacerlo. Quería que fuese él. Me gustaba su estilo rudo y casi carente de técnica, pero limpio y eficaz. No tendría problemas en seguir un metrónomo. "Te pagaré". Johann se quedó sin palabras, abrumado. Aquello ya era todo un lujo. Lo habría hecho gratis, pero no podría haber estado tranquilo con mi conciencia. Se lo merecía. ya era hora de que la suerte empezara a sonreirle.
El guitarrista y vocalista de Sigur Rós, Jón, se acercó cuando hubo terminado una toma. Johann y yo estábamos en la cabina de control, escuchando. Se presentó y nos estrechó la mano. Tomó una taza de té. Alrededor de 20 años, delgado, pelo corto. Miraba y movía de forma extraña la cabeza al tiempo que le contaba mis ideas para grabar allí. "Está tuerto de un ojo" me dijo de manera discreta antes de que le preguntara. "Bueno, nos hará falta un equipo completo para grabación. Empezando por tu batería. No puedes seguir tocando con la que tienes. Necesitas algo más profesional. También compraré un par de amplificadores y algunas guitarras eléctricas" sentencié. "No puedo pagarme una batería de estudio" aclaró Johann. "No te preocupes por eso, simplemente elige la que quieras. Considéralo una paga en especias de tu sueldo". No daba crédito a lo que oía. Acababa de hacer a Johann el hombre más feliz del mundo. Lo que no sabía era que yo también era inmensamente feliz, porque había recuperado mi rumbo. Ásdís, mis amigos, canciones nuevas, ilusiones renovadas... todo era perfecto si no hubiera sido por el drama de Bjarni.
Fue una ceremonia sencilla. No hubo mucha gente en el funeral. Sólo la poca familia de Bjarni que aún vivía en los alrededores de Reykjavik y sus tios de Copenhague. Nosotros sí estuvimos allí. Nanna -con un indulto temporal, Ásdís, Jim, Johann y yo. Mis padres también estaban allí. Lo conocían desde que éramos bebés, casi. Bjarni era una sombra. Con la mirada perdida. Lo abrazamos todos, pero se le notaba insensible. No lloraba. Yo creo que había gastado todas las lágrimas el día anterior. Ahora se hallaba sumido en un estado de shock del que no sabíamos cuándo podría salir.
Los padres iban conduciendo su 4x4 por la carretera, cuando no se sabe por qué, el vehículo se salió, atravesó el quitamiedos y se precipitó por el acantilado. El coche quedó hecho un amasijo de hierros. Hicieron falta muchas horas para sacar los cuerpos de allí. Murieron en el acto. En cuestión de segundos, Bjarni era huérfano. Hijo único, menor de edad. Una situación parecida a la que tuvo Johann. Sin embargo, la posibilidad de una emancipación como la suya para Bjarni, era impensable. Él era mucho más frágil, menos maduro. No era el mejor momento para este tipo de cosas, pero tendría que decidir qué hacer. Sus familiares cercanos a Reykjavik no se encontraban en condiciones de quedarse con él. Eran unos primos de su madre con los que apenas había tenido contacto, además eran demasiado mayores. La otra opción era irse con sus tíos, el hermano de su padre, que vivían en Copenhague, Dinamarca.
Debido al estado en el que se encontraba, fue incapaz de tomar una decisión de ese calibre de un día para otro, además en un momento del calendario lectivo como aquél. Quedaba poco para terminar el curso. Irse entonces no haría más que empeorar aún más la situación. Fue entonces cuando mis padres hicieron algo que no me esperaba en absoluto: se ofrecieron para cuidar de él, por lo menos hasta verano, cuando se recuperara un poco y pudiera decidir por él mismo qué hacer con su vida. Al fin y al cabo, Bjarni había sido como un hijo para ellos. Pasaba largas temporadas en casa y lo habían visto crecer junto a mi.
Mis padres se quedaron con él haciéndole compañía en el crematorio y Nanna y yo nos fuimos a dar un paseo por el parque de los alrededores. Aprovechamos para disfrutar furtivamente de nuestra relación. Ella también estaba muy afectada y tenía los ojos llorosos y el rimmel bastante corrido. Saqué un pañuelo y le limpié la cara con una tierna sonrisa. Ella trató de responderme con otra, pero sólo pudo abrazarme y roper a llorar de nuevo. Entendí que sus lágrimas no solo eran por la muerte de los padres de Bjarni, sino también por nuestra situación. Por no poder vernos lo suficiente ni en las mejores condiciones. Había días en los que era imposible en el instituto. A finales de curso teníamos más que hacer, menos tiempo libre para quedar a escondidas en algún sitio... así que aquella tarde, Nanna me abrazó con más ganas que nunca y de pronto sentí lo grande que era aquello que teníamos entre los dos. El silencio era absoluto y el sol de aquella tarde del final de la primavera se dignó a asomarse entre dos nubes y sentimos como los invadió aquella calidez. Éramos unos afortunados.
Nanna me ayudó a meter en el taxi la última bolsa con cosas mías en el maletero. Mis tios y mi prima me despidieron calurosamente. Habían sido dos meses solamente pero la convivencia resultó muy intensa. Creo que en el fondo, sus padres se habían arrepentido un poco de invitarme a buscar mi propio alojamiento en primera instancia, luego me dijeron que me podía quedar allí todo el tiempo que quisiera. Colaboraba en lo que podía en casa, trayendo comida del supermercado, echaba una mano en la limpieza... me convertí en alguien más de esa familia, pero también necesitaba mi espacio y mi intimidad. Ahora John sí que era mi novio, de manera más o menos formal y no podía seguir abusando de la confianza que me daban. Había días que llegaba a las mil, o no llegaba. Entraba y salía a mi antojo y sabía que eso no estaba bien. Me iba. La despedida fue un poco lacrimógena. Como si me mudara a la otra parte del mundo. En realidad, se podía llegar al apartamento de John en una media hora andando. Mi tía Unnur me repitió varias veces que podía volver cuando quisiera y que estaba invitada a comer todos los dias. La más triste era Nanna, por varias razones. Ya no pasaríamos tanto tiempo juntas. De todas formas, le convenía alejarse un poco de mi compañía ahora que estaba en los exámenes finales del instituto. Sus notas habían bajado considerablemente y sus padres tenían un buen enfado. Tanto era así que le prohibieron salir a la calle. Estaba oficialmente castigada. Eso incluía no ver a Baldur en otro sitio que no fuera el instituto, entre clases y los descansos.
Me subí al taxi y retomé el viaje hacia mi emancipación que había comenzado en Akureyri. Mi trabajo no era gran cosa, pero no estaba mal. Al menos mi jefa no era una zorra como en el MacDonald's en el que estuve, ni olía a aceite requemado. Tenía mis ocho horas al día y mis dos días libres los fines de semana en un sitio muy tranquilo, en el que tenía que atender a una rutina y hacer lo que me pidiera mi superiora. La mayor parte del trabajo estaba informatizado, así que pasaba mucho tiempo introduciendo libros en bases de datos y cosas por el estilo. Los ensayos con la banda se limitaban a los sábados y algunos domingos.
Ese sábado llegué a mi nuevo apartamento compartido un par de horas antes del ensayo. Me empeñé en pagar la mitad del alquiler, a pesar de que John me dijo que no era necesario, pero descubrió lo obstinada que puedo ser para ciertas cosas. Tuvimos un poco de sexo de bienvenida. Después, mientras compartíamos un porro, me ayudó a colocar mis cosas en armarios y muebles. Después de eso bajamos a la calle a esperar al autobus que nos dejaba en los locales de ensayo. El otro día compré una Gibson SG Standard en la tienda de Gudjon, bien asesorada por John, a pagar en cuatro cómodos plazos. Era mi primera guitarra eléctrica de categoría. Me lo pasaba increíblemente bien tocando con los chicos y mi novio era mi mejor profesor. Me enseñó muchas cosas que poco a poco iba incluyendo en las canciones de la banda. Incluso se convirtió en una especie de director musical para nosotros. Nos sugería arreglos para las canciones, cosas que podrían ir bien y otras que se podrían recortar. Estaba en casi todos los ensayos. Al poco rato llegamos. Baldur me preguntó por Nanna. El pobre estaba también sufriendo las consecuencias del castigo de su novia.
Estuvimos esperando unos quince minutos a Bjarni, pero no llegaba. Nos colgamos nuestros instrumentos y Johann se sentó a la batería, dispuesto. A él y a Baldur les pareció gustar mi nueva guitarra y la mejora en sonido que ello supondría. Íbamos a incorporar mi tema Every Moment a la corta lista de canciones propias, en la que ya estaba Forever. Me dispuse a comenzar el rasgueo en compás de seis por ocho -toda una novedad- cuando Bjarni apareció en el umbral de la puerta. Tenía un aspecto lamentable, nada usual en él: la mirada perdida, los ojos llenos de lágrimas y el pelo normalmente peinado cuidadosamente, muy enmarañado. Todos nos quedamos mirándolo y nos asaltó la misma duda. Casi al unísono preguntamos "¿qué te he pasado?" Fue incapaz de articular palabra. Sólo se hincó de rodillas en el suelo y estalló a llorar.
Había llegado a la conclusión de que venir a Islandia había sido una de las decisiones más acertadas de mi vida. Podía pasear tranquilamente por la calle, sin problemas ni agobios. El frio y el tiempo eran un hándicap al que me había acostumbrado. Además, ya era casi mayo y estaba mucho mejor. El invierno de Nueva York era bastante más duro. Había aprendido algunas palabras en islandés, como "buenos días" góðan daginn; "gracias" takk fyrir o "Estoy aprendiendo islandés" Ég er að læra íslensku. Esto era justamente lo que andaba buscando. Un aislamiento casi total del mundo exterior. Tenía mucho tiempo y pasaba horas tocando la Guild. Ya había dado forma a algunas canciones, aún con un título provisional como Rain Song, que iba sobre la lluvia o Molly, un tema que hablaba de una chica cuyo padre era un maltratador alcohólico y su madre una yonki.
Tuve de nuevo una llamada de Tony. En ella volvió a insinuar que estaría bien juntar a la banda otra vez. En ese momento era lo último que me apetecía. No quería verlo a él ni a ninguno de los otros. Sabía lo que ocurriría. Sacaríamos un disco, probablemente mejor que Rockin' Leisure aunque la prensa volvería a criticarnos diciendo que tras Suicidal Handbook deberíamos habernos separado; haríamos otra gira enorme con hits del segundo disco, añadiríamos unos cuantos dólares más a nuestras cuentas y pasaría otra temporada en rehabilitación. Es como si lo viera ya, así que volví a declinar la invitación. Un par de días más tarde, me llamó Herbie Johnston, nuestro manager y ya me dí cuenta de que Tony lo que hizo fue tantearme para ver si había cambiado de opinión. Trató de convencerme también. Mismo resultado, pero ahora ya me habían tocado los cojones. Esta vez me dijeron que si no era yo, buscarían otro guitarra solista para Unadaptation Syndrome. Así que de pronto, tenía a la banda que yo mismo había fundado con un tio que me iba a sustituir. Al principio me sentí traicionado, pero luego supe que en realidad no podía hacer nada contra eso. Aún así, iba a ser curioso ver cómo seguirían tocando canciones mías en su mayoría. Yo ganaría dinero por esa autoría, aunque no tocara en los conciertos. Visto de esa forma no estaba mal, ¿no?
¿Ásdís? Seguimos viéndonos. Parece que ella no ha dicho nada del secreto que tenemos entre los dos. La verdad es que ella me gusta. Tiene un carácter fuerte, tiene las ideas claras y sabe decir lo que piensa. No se corta. Eso conmigo está bien, pero para mucha gente no tanto, lo cual le ha acarreado muchos problemas. Ella es uno de los principales motivos por los que me gusta tanto esto. ¿Me estoy enamorando? No lo sé. No lo pienso. De momento me gusta pasar tiempo con ella y nos divertimos. No es algo que tenga planeado. Simplemente me dejo llevar. A nivel sexual es increíble. Merece mención aparte. Su marihuana es muy buena. después de cada sesión, nos sumergimos en la psicodelia más absoluta, con discos como el Sgt. Pepper de los Beatles o Electric Ladyland de Hendrix de fondo. Y a continuación volvemos a empezar.
Un día Ásdís trajo su guitarra y estuvimos tocando juntos. Estamos alcanzando cotas de compenetración que nunca había llegado a soñar con una tía. Porque es una tía, sí. Pero me siento con ella como si fuera mi mejor amigo. Nos emborrachamos, hablamos de música, de cine, arreglamos el mundo... nada que ver con las pijas que he conocido. Puede que mucho más guapas, o que vistan más finamente, pero totalmente vacías y con la única intención de sacarte algo. Ella era diferente. Una vez, mientras compartíamos un porro y flotábamos entre el humo, me dijo que tenía que irse de casa de sus tios ya. Me lo dejó caer muy sutilmente. Todo el alquiler que había mirado era demasiado caro para su sueldo y no sé si estaba esperando a que la invitara a mudarse a mi apartamento.
Era muy divertido tener a Ásdís en casa. Nos convertimos en íntimas. Fue muy agradable conocer a una prima con la que resultaba que teníamos tantas cosas en común. Me gustaba cómo era ella. Estaba descubriendo cosas. Nueva música, películas, bebidas, formas de divertirme... me aconsejaba mucho sobre los hombres. Me decía que no me atara mucho a ellos. Que era un error estar tan apegada a Baldur. No sé si tendría razón, pero es que no podía evitarlo. Estamos en un momento muy álgido de la relación. Nos veíamos todos los días. Hacíamos el amor casi siempre que podíamos... se había convertido en un pequeño placer buscarnos en clase y encontrar algún rincón apartado del edificio en el que dar rienda suelta a nuestra pasión. Su casa, la mía... últimamente era más fácil que fuera en la suya ya que había menos gente.
Ásdís pasaba algunas noches a la semana en casa de Jim. Ella también se divertía, pero cuando yo me refería a él como su novio, ella siempre ponía cara de susto y lo negaba rotundamente. "Jim es mi amigo, solo tenemos sexo. No queremos nada más ninguno de los dos" decía. Me daba igual. Cuando los veía juntos, a ella se le notaba cierto cuelgue. Yo creo que sentía mucho más por él de lo que me daba a entender. Por otro lado, mis padres ya están dejando algunos mensajes implícitos sobre el hecho de que pronto tendrá que buscarse un apartamento. Mi casa es muy pequeña para todos.
No sé qué me aguarda el futuro. Es algo en lo que no pienso. Sólo en vivir el día a día. El otro día, mi tutora en el instituto me llamó para hablar conmigo. Mis notas han bajado un par de puntos en los últimos exámenes y dice que nota una "grave falta de atención" en mí. No sé cómo. Yo sigo siendo la misma de siempre. Es cierto que los dos o tres últimos exámenes me han salido un poco más flojos, pero no es cuestión de hacer un drama de ello. He leído que la marihuana puede provocar falta de atención y dificultad para recordar información. Es cierto que ahora suelo compartir un porro con Ásdís al día, pero eso no me convierte en una drogadicta. Más bien me ha abierto la mente y me ha ayudado a ver las cosas desde otra perspectiva. He descubierto lo increíble que es la música. Pero no la música con la que nos bombardean desde los medios de comunicación, sino la de verdad. La que está hecha por músicos de verdad y con auténtico talento. La otra noche disfrutamos del Dark side of the moon de Pink Floyd en casa, mientras fumábamos y estábamos solas. Simplemente estando tiradas en la cama, mirando al techo, sin hacer otra cosa más... ni ver la tele, ni jugar a los videojuegos, ni nada... solo escuchar y sumergirnos en ese mundo. Ásdís me dijo "primita, ha llegado el momento en que tienes que empezar a escuchar música de verdad. Vas a experimentar un auténtico viaje psicodélico". Y así fue. Me encantó, sobre todo The great gig in the sky, con un momento de piano fabuloso y una parte vocal que me puso los pelos de punta. Después de aquello, metí en cajas mis discos de Take That y New kids on the block y los bajé al sótano. Hasta entonces, para mi, algo con más de un año ya era viejo y carecía de interés. Ahora estaba alucinando con un álbum de 1973. ¿Qué me estaba pasando? "Nanna, simplemente estás madurando y convirtiéndote en una mujer, tus gustos y prioridades cambian. Y más que lo harán". Necesitaba todos los discos de Ásdís. "Prima, quiero oirlos todos, grábamelos en cinta" le pedí. "Poco a poco, pequeña padawan" me contestó. ¿Padawan? ¿qué es eso? "Te lo vas a pasar muy bien a partir de ahora, Nanna, ya lo verás".
El efecto de la marihuana nos duró el resto del día. Decidimos experimentar un poco de sexo en ese estado Nanna y yo. Fue decepcionante, ya que los dos estábamos prácticamente sedados y no sentíamos mucho. Esa fue, sin embargo, la única práctica insatisfactoria. El resto fueron mejorando exponencialmente desde la primera vez. Fuimos conociéndonos mejor sexualmente y aprendiendo qué cosas nos gustaban más. No existían secretos entre los dos. Nos contábamos todo. Ella estaba perfectamente al tanto de la situación en mi casa. Si nuestra relación era cada día mejor, la de mis padres sufría el fenómeno inverso. Cada día mas broncas, más gritos... luego venían las lágrimas, los intentos de reconciliación. Parecían arreglarse y luego caían desde más arriba aún. Un día, mi padre ya no durmió en casa. No hubieron peleas ni ruidos, pero el silencio y la tensión latente se podían cortar en el aire. Mi único escape era Nanna y The Lazy Weekends. Volví a trabajar a media jornada en la hamburguesería, porque tener novia era caro. Sales fuera más veces, vas al cine, haces regalos... ella dice que son innecesarios, pero Jim me ha dicho que cuando dicen eso, quieren decir justamente lo contrario.
Jim y Ásdís están juntos. Es evidente. No nos lo han dicho, pero o yo soy muy tonto, o aquí pasan cosas que nadie entiende. Es una estupidez, no sé por qué querrían esconderlo. Se miran, se ríen, hacen chistes que sólo ellos entienden... se ve la complicidad que hay. Me pregunto cuántos secretos más se guarda Jim. Unicamente le vi tocar la guitarra en la tienda de Gudjon y lo hacía genial. Después se gastó una pasta increíble en la más cara que tenía allí. No era ni mucho menos un aficionado. Me dijo que en Los Ángeles trabajaba en un taller de coches, pero no sé. No acabo de imaginármelo con un mono puesto y lleno de grasa de motor por todos lados.
El asunto de la marihuana se había convertido en algo habitual en los ensayos. Yo no sabía liar un porro, ni jamás había comprado o cultivado, pero Ásdís, Johann y Jim siempre tenían, así que tarde o temprano acababa llegándote una calada de alguno. No me había convertido en un drogadicto. No creo que ninguno de nosotros lo fuéramos. Nuestras vidas no dependían de esa sustancia. Lo que sí había notado es que Bjarni, después de la primera mala experiencia con el THC, le había pillado el gusto al asunto y estaba aprendiendo a hacerlos.
Mi impresión de Johann había cambiado bastante. Ahora veía las cosas un poco como él. Incluso nuestra relación mejoró mucho. Tenía veintidós años y trabajaba en el mantenimiento del Blue Lagoon, una de las piscinas de agua caliente naturales más conocidas de Islandia, en Reykjavik. Era el mayor de dos hermanos. Sus padres murieron los dos en un accidente de tráfico hace años. Él tenía dieciséis años cuando ocurrió y en lugar de quedarse en manos de sus familiares más cercanos pidió la emancipación judicial, buscó un trabajo y cuidó a su hermano como un padre. Eso le honraba. No conocía a Johann realmente. Un día que llegamos primeros al local de ensayo y los demás tardaron un poco más, compartimos un porro y me lo contó. Me alegraba tenerlo con nosotros ahora. Le pregunté sobre cómo se sentía con la banda y me respondió que se lo pasaba bien y que estaba ilusionado con poder tener temas nuevos, porque se estaba cansando de tocar versiones.
Hablamos sobre Thordur. Sabía que él había llegado a la banda a través de él. Me confesó que no eran amigos realmente. Sólo conocía a alguien que conocía a Thordur y que fue a través de este amigo en común como ocurrió. Thordur había estado tranquilo desde el incidente el día del concierto. Lo había visto un par de veces más por la zona de los locales de ensayo y por algunos pubs del centro en mis citas con Nanna. Reykjavik es una ciudad pequeña y tarde o temprano acabas encontrándote con todo el mundo. No nos dirigíamos la mirada y era evidente que nos evitábamos, pero al menos no existía una hostilidad patente, ni hacia mi ni hacia nadie de mi entorno. Tampoco entendía el rencor que nos guardaba.
No pude negárselo a Ásdís. Me había reconocido. Pero ¿quién iba a imaginarse que me estaba acostando con una fan de Unadaptation Syndrome en su adolescencia? La chica al menos se lo tomó con naturalidad. No fue algo histérico. Además, a mi también me gustaba ella. Después de esa primera vez, quedábamos dos o tres veces por semana. Le pedí que fuera discreta y que no se lo contara a nadie, pues mas o menos estaba de incógnito en el país y que me había ido allí buscando paz y aislamiento. Parecía no haber problemas con eso, aunque sabía que si seguía relacionándome con los chicos, lo terminarían sabiendo, tarde o temprano. Ella me dijo que no pasaría nada si se hiciera público, que los medios de comunicación no eran pesados en Islandia. Puede que no, pero no conoce a la prensa amarilla americana o británica, sobre todo, tipo The Sun o News of the World. Son capaces de montar una oficina de seguimiento en la puerta de mi apartamento.
El sexo con ella era bueno. Tenía veintitrés años, pero sabía bien cómo satisfacer a un hombre. Algunos días dormía en el apartamento y luego se iba a trabajar como auxiliar de biblioteca. Una chica sencilla y honesta con buen gusto musical. Y además no tocaba nada mal. Los chicos estaban evolucionando en su música a pasos agigantados. Habían hecho ya tres o cuatro ensayos con Ásdís y su calidad como banda había aumentado un doscientos por ciento. Johann era el hombre callado, pero como batería tenía mucho que decir. Y eso que normalmente estaba en su mundo. Tenía una pegada muy dura y siempre iba muy clavado de tempo. Baldur era un guitarrista más que decente para ademas ejercer labores de vocalista. No una gran voz, pero con mucha personalidad, y lo mas importante: tenía actitud y carisma sobre el escenario y él solo con una acústica era capaz de captar toda la atención del público. El único que realmente desentonaba ahi era Bjarni. Estaba claro que no tenía oído ni capacidad musical. Trataba de suplirlo con tesón y ensayos, pero me daba la impresión de que no iba a ser suficiente. Básicamente le decían lo que tenía que tocar. Por otro lado, las canciones, si iban a ir en la misma onda que Forever, puede que esta banda tuviera algo que decir de verdad. Ese tema podría haber sido mínimo una cara b de algún single de Unadaptation Syndrome. Tenía fuerza y gancho. Quizás estuviéramos ante un buen compositor en potencia. Ásdís también tenía canciones propias. El otro día después de una sesión de sexo, tomó mi Guild nueva en la cama e interpretó algo llamado Every Moment. Sonaba muy bien, demonios. He tenido que venirme al culo del mundo para abrir los ojos y darme cuenta de que hay mucho talento escondido. Por mi parte, aún no he compuesto nada concreto. Sólo algunos apuntes que podrían significar algo, pero demasiado pronto como para llamarlo canción.
Llevo 3 semanas en Reykjavik. El único contacto que he tenido con el exterior ha sido Jodie. Hablamos 3 o 4 veces a la semana un buen rato. Ella sacó una brillante carrera de derecho en Boston gracias a una beca, se casó con un médico neurocirujano y tiene dos crías preciosas y una hipoteca. Era feliz. O al menos eso parecía. Sé que si yo hubiera seguido esos pasos no lo sería. Nunca estuve hecho para terminar una carrera universitaria, tener una pareja estable y ser uno más del rebaño. Yo sentía la necesidad de dejar una marca de mi existencia. Algo que pasara a la posteridad cuando ya no estuviera entre los vivos. Mi manera de expresarme era la música y parecía claro que algo de eso había conseguido. ¿Tenía añoranza de mi anterior vida? Joder, claro que sí. Tocar cada noche en una ciudad diferente; ver como las masas corean tu nombre; escuchar cómo la canción que hace cuatro meses sólo estaba en tu cabeza, ahora estaba sonando por la radio... había hecho algo grande junto a los chicos. Cuatro pobres desgraciados del distrito de Compton, al sur de Los Ángeles, con poco más que sus guitarras y el grunge habían conseguido huir de la miseria y la criminalidad.
Hoy había hablado con Tony, vocalista y guitarra rítmico de la banda. Por lo visto, en uno de los pocos momentos de lucidez se había dado cuenta de que había tocado fondo y de que yo había desaparecido del mapa sin decir nada a nadie. Consiguió contactar con mi hermana y la convenció para que le diera mi número en Islandia. Estuvimos hablando un buen rato recordando anécdotas y la cantidad de dinero que habíamos hecho en la última y agotadora gira del tercer disco. Casi dos años sin ver a mi familia. Rockin' Leisure no debió ver la luz. No de esa manera. Habíamos terminado otra mastodóntica gira con el exitazo del disco anterior, Suicidal handbook y no teníamos mucho que decir realmente, pero la discográfica nos presionó para sacar algo y aprovechar el inmenso tirón. No recuerdo gran cosa de las sesiones de grabación de aquel álbum. Creo que hasta el perro que estaba en el patio del estudio iba de ácido hasta el culo. El resultado fue que cierta prensa especializada como Rolling Stone o NME nos crucificó. Algunos de los titulares fueron "Falta de ideas", "Disorientation Syndrome", "Están acabados" o "US: RIP". Por eso, el playlist en ese tour estuvo basado casi en un ochenta por ciento en canciones de Suicidal Handbook. Aún así, seguíamos vendiendo.
Tony quería retomar la banda, volver a ensayar y empezar a componer temas nuevos. Tenía amigos en productoras y discográficas que no dudarían en poner dinero para un cuarto disco, ahora que el contrato con Virgin por tres discos había terminado. Además, quizás sería una buena idea llamar a Chris Cornell o Eddie Vedder para algún tipo de colaboración. Se estaba poniendo de moda. Sin duda añadiría atractivo al disco y nos ayudaría a vender más. Le dije que en estos momentos no me encontraba con ganas de volver al local de ensayo y a tener que soportar la presión de alcanzar unas espectativas con un sello discográfico. Había encontrado un sitio en el que estaba en paz conmigo mismo. "Johnny, ¿dónde coño estás? He tenido que marcar un prefijo muy extraño para dar contigo, tu hermana no me lo ha querido decir" me preguntó en tono jocoso. "Mejor que no lo sepas, porque te asustarías" le respondí.
Ásdís se incorporó a la banda. No hizo falta mucho para convencerla. No tenía equipo propio, pero de momento, podría manejarse con mi guitarra anterior, una Epiphone SG hecha en la República Checa. El local de ensayo proporcionaba amplificadores para aquellos que lo necesitaran, así que comenzó tocando con uno de ellos, de momento. Dijo que compraría algo más decente cuando le llegara la primera paga de ese trabajo que tenía como auxiliar de bibliotecario. La banda había ganado enormemente y volvíamos a ser 4 sobre el escenario. Además ahora teníamos a una chica y en mi opinión, eso era un plus de interés, sobre todo para el público masculino. Aunque no fuera una Cindy Crawford, sin duda tenía su encanto. También tenía actitud y desparpajo y habíamos ganado en coros, ya que no le importaba apoyarme vocalmente en estribillos.
En aquel ensayo estábamos Bjarni, Johann, Ásdís y yo, y Kára, Nanna y Jim como espectadores. Empezamos repasando las versiones. La nueva no tuvo problema en acoplarse rápidamente. Sabiendo la tonalidad en la que se encontraba cada tema, era capaz de bucear en él dando con los arreglos adecuados. Quizás no exactamente como en los originales, pero no era lo que buscábamos. Queríamos añadir unas gotas de personalidad. Justo los pasos anteriores a contar con un repertorio enteramente propio. De momento Forever era una gran baza para nosotros y la gente que lo escuchó en el concierto del Fuzzion quedó muy impresionada, aún tratándose de una versión acústica. Ahora había ganado en energía y potencia. Las partes que añadía Ásdís con la SG eran muy agresivas y el golpeo desenfrenado de Johann la hacían increíblemente rockera. Bjarni había aceptado su posición como menos dotado musicalmente dentro del grupo y se limitaba a sentar las bases. En algunas ocasiones le enseñábamos algunos detalles que podrían quedar bien en las líneas de bajo que poco a poco iba integrando, aunque le costaba la vida.
Nanna estaba allí sentada, mas bonita que nunca y sin quitarme ojo de encima. Es muy cursi, pero estoy muy muy enamorado. Y ella lo está de mí. Kára estaba allí con un gesto un poco contrariado en el rostro después de comprobar que sus intentos de seducir a Jim habían sido infructuosos. Mi compañera de grupo me miraba de forma extraña y luego parecía reirse de la situación. Allí había gato encerrado. Terminamos de repetir Forever por tercera vez para memorizar algunas partes e hicimos un descanso. Fuimos todos al hall de entrada de la nave para sentarnos en los sofás y tomar un refresco.
Ásdís sacó una bolsita con cogollos de marihuana de su bolso y empezó a liar un porro. A Johann se le abrieron muchos los ojos y Jim sonrió y movió la cabeza en gesto afirmativo. Kara, Nanna, Bjarni y yo nos quedamos un poco fríos. Yo era muy receloso con todo lo que tenía que ver con las drogas. Aunque fueran blandas. "Es de mi propia cosecha en Akureyri. Unos amigos y yo teníamos un invernadero genial para autoabastecernos. Es muy muy buena, pero tened cuidado que os puede dejar KO mucho tiempo". Kára se levantó y se despidió en ese momento diciendo que tenía cosas que hacer. Nanna se extrañó muchísimo. No recordaba que su amiga tuviera que hacer algo. A los demás la verdad es que nos importó bastante poco que se fuera.
Empezó fumando Ásdís. Jim estaba a su izquierda y Johann a continuación. Fueron pasándoselo y podías ver como le cambió la cara a la chica y luego a Jim. No advertí nada diferente en el rostro de Johann. Mi chica miraba de forma curiosa y a Bjarni se le notaba ciertamente incómodo. Una inmensa nube de humo blanco cubría ahora nuestras cabezas. Cuando el porro volvió a Ásdís, se lo tendió a Nanna. Ésta dudó un instante y luego, para mi asombro lo tomó. "Inspira el aire con los labios cerrados sobre la boquilla y deja que entre, de forma relajada" le recomendó su prima. Así hizo. Tosió un poco y luego volvió a darle otra pequeña calada. Yo la miraba y constaté como el blanco de sus ojos se volvía más rojizo y sus párpados caían levemente. Se encorvó un poco y finalmente se dejó caer sobre el respaldo del sofá mientras suspiraba profundamente. Me llegó a mí y de pronto tuve un dilema en la cabeza, sobre si ser fiel a mis principios de chico sano y deportista o vender mi alma al rock and roll. De esto último ya tenía bastante y me apasionaba. El sexo había sido increíble, así que sólo me quedaba por probar la droga para completar la máxima. Lo sujeté con los labios y aspiré suavemente. Ví como se consumía en el otro extremo. Me rascó bastante la garganta y sentí asco por un momento. Luego noté como mis pulmones se llenaban del humo y luego una sensación como si todo mi cuerpo pesara mucho menos. Hormigueo en las extremidades y paz. Mucha paz. De pronto, el grupo de heavy que martilleteaba en la lejanía hasta me pareció que sonaba bien. Todos los músculos relajados y una sensación de felicidad reforzada por el abrazo que Nanna me estaba regalando. Sonreía mucho y tenía los ojos semicerrados y brillantes. Todos los que habíamos probado aquello nos encontrábamos en una situación similar y nos empezó a hacer mucha gracia eso. Jim comenzó a reirse discretamente, pero Ásdís lo siguió al instante y Johann soltó una carcajada ruidosa. Nanna y yo reímos con ganas, hasta que nos empezó a doler la barriga. Bjarni estaba allí y no entendía nada de lo que pasaba, pero quería participar en la fiesta. Así que dejó su inicial reticencia y lo probó. Le dio varias caladas seguidas y no notó nada especial, hasta que al cabo de unos minutos se puso blanco con muy mala cara. Jim se levantó dando tumbos, fue hasta la máquina de la entrada y sacó varias chocolatinas. "Azúcar contra el amarillo" dijo, pero sólo parecieron entenderlo Ásdís y Johann que estaba disfrutando de lo lindo. Bjarni encontró fuerzas para levantarse y luego fue al baño a vomitar.
Baldur vino justo a la hora que le dije que no habría nadie en casa. Mis padres habían ido a cenar fuera para celebrar su aniversario y tendríamos la casa entera para nosotros solos. Llamó al timbre y no pasaron 3 segundos hasta que abrí. Se presentó vestido de manera natural. Tal y como era. Una chaqueta gordita muy rockera sin cuello, una camiseta blanca de algodón de manga corta y unos pantalones vaqueros gastados. Se había peinado un poco ese pelo que cada día quedaba un poco más largo. Cómo envidiaba a la gente con el pelo oscuro, como mi prima... como él. Se hacían especiales aquí. Tenía la tez muy blanca y la nariz y las orejas un poco más rojas a causa del frío de la calle. Su mirada era cautivadora. Qué bonitos son los ojos marrón claro. Casi como el color de la miel.
Nos quedamos así mirándonos 30 segundos en el hueco de la puerta sin hablarnos. Sólo explorándos. Luego él tomó mi mano y la besó tiernamente. Lo hice pasar. Le ofrecí algo para beber. Ambos tomaríamos unos refrescos. Fui a la cocina y mientras me alzaba para coger un par de vasos del armario superior, él llegó sin que yo lo viera. Puso sus manos en mis caderas con mucha delicadeza y acercó su cabeza a mi cuello. Paró ahí para olerme. Podía sentir su aliento. Luego me besó un par de veces apartando mi melena. Creo que pudo notar como se me erizaba toda la piel. Posó su mano sobre la mía que estaba apoyada en la encimera. La otra había ido a parar a mi vientre, bajo el top de tirantes blanco que llevaba puesto. Allí se había encontrado con mi ombligo. Me giré con la respiración acelerada, apoyando mis brazos en sus hombros, quedando totalmente expuesta a él. Ahora acariciaba mi espalda desde abajo hasta casi el omóplato y mi rostro desde el carrillo hasta el mentón. Muy despacio, muy suave. Sus facciones se me quedaron grabadas en el cerebro para siempre. Recorrí con la mirada cada pliegue de su piel, las imperfecciones de sus orejas, alguna marca cicatrizada junto a su ceja, algún pequeño lunar junto a la nariz... y sólo quería besarlo. Temblaba de emoción. Nos fundimos en un beso muy jugoso y prolongado mientras juntábamos nuestros cuerpos todo lo que nuestras ropas nos permitieron.
Baldur me quitó con mucha delicadeza mi top, mis pantalones... despacio. Disfrutando del momento. Le ayudé con el sujetador. No se le notaba muy puesto en esas artes, pero 5 minutos antes nos confesamos mutuamente nuestra virginidad y los dos acordamos ir aprendiendo poco a poco, juntos. Luego me mostró su torso, fuerte y ligeramente poblado de vello. Baldur era muy apetecible. Me dijo que hacía algo de ejercicio, pero se podía ver claramente que sus músculos estaban bien tonificados y fibrosos. Luego el cinturón y los pantalones... la ropa interior. En cuestión de un momento, los dos estábamos desnudos el uno frente al otro. Pasamos nuestras manos por nuestros cuerpos, acariciándonos, explorándonos, besándonos y descubriendo nuevas sensaciones. Nos juntamos y noté tensión en la parte baja. Baldur estaba preparado. Y yo también. Fue inolvidable.
Baldur se fue al cabo de un rato porque había quedado con mi prima. Jim no parecía con ganas de despedirse, ni yo tampoco. Era de Los Ángeles y se había criado en una familia muy desastrosa, en un barrio muy poco favorecido. Había sido un rebelde toda su vida y tuvo la suerte de ganar un concurso de la TV que le dio mucho dinero. ¿Es posible que ocurran esas cosas? ¿Me estaría vacilando? En cualquier caso era difícil no envidiarle. La sociedad islandesa era demasiado modélica. Joder, si ni siquiera tenemos ejército y la gente nunca echa el cerrojo en las puertas de las casas. Nunca ocurren cosas interesantes. Son todo noticias políticas, económicas o la enésima derrota del equipo nacional de fútbol. Todo era demasiado previsible. No me extrañaba que la gente se suicidara tanto.
Sí, Jim me gustaba. Era mayor. Decía que tenía 32. Me ponía, joder. Y yo notaba que él no me quitaba el ojo de encima. ¿Debo portarme bien? Llevo pocos días invitada en casa de mi prima, aunque fuera temporal, se supone que estaba buscando apartamento. Nos quedamos allí en la cafetería, los dos solos en una mesa de una esquina. Aún estaba caliente la taza vacía de Baldur y yo estaba pensando en tener sexo con un tío al que acababa de conocer. No me hizo falta dejar ninguna señal. Cuando me dí cuenta, él estaba lo suficientemente cerca de mi y me estaba pasando la mano por el interior del muslo. Inmediatamente después ya tenía mi lengua metida en su boca. Vaya pasión, lo noté muy impetuoso de repente. Como si llevara meses sin ver a una mujer. La consabida pregunta de "¿vamos a tu casa o a la mía?" no tardó en salir de sus labios. La suya, por supuesto. Solo faltaba que metiera a un tipo desconocido en casa de mis tios.
Tomamos un taxi hasta el apartamento que tenía alquilado. Dejó una propina considerable. Sí que tuvo que ser mucho dinero el que ganara en ese concurso. Se notaba que llevaba poco tiempo allí. La decoración era minimalista y carente de personalidad. No me pegaba con él. Hice un comentario al respecto que él mismo cortó de raiz en el mismo momento de entrar con un beso increíble. Dentro hacía un calor tremendo, pero ninguno de los dos teníamos intención de buscar el control de la calefacción. No en ese momento. Él estaba demasiado ocupado desabotonando mis pantalones vaqueros. Casi me los arranca de la piel. Yo le ayudé con la camiseta de algodón que llevaba. Hice lo propio con su ropa y en un momento estábamos los dos desnudos en el salón del apartamento. No tenía un físico impresionante, pero con tíos peores me las había visto. Me gustaba su pelo y su barba. Le daba un toque salvaje. Cuando llegué con mi mirada al tatuaje que tenía en el hombro casi me quedo sin aire. Fue de manera progresiva. Primero me sonó de haberlo visto en algún lado. Luego recordé que fue en un videoclip. Luego que fue en uno de Unadaptation Syndrome y por último, que pertenecía al guitarra solista. John Stewart. Para rematar, estaba haciendo realidad uno de mis sueños de adolescente de acostarme con uno de mis ídolos musicales. ¡El jodido Johnny Stewart! ¡Claro! ¡Si lo tenía delante de mí! Quítale la barba, las gafas y córtale el pelo y era él. Llevaba toda la tarde pensando que me recordaba a alguien. Creo que no quería esperar a llegar al dormitorio de la planta de arriba, así que encantada de la vida y con una sonrisa de oreja a oreja, sin decirle nada, me dejé hacer. Me sujetó entre sus brazos y la pared y yo hice pinza con mis piernas. Buen sexo. Quizá luego le pediría un autógrafo.
Los primeros 3 o 4 días me los pasé conociendo la ciudad lo mejor que pude. Mezclándome con la gente y tratando de impregnarme del estilo de vida islandés. Me gustaba. Son gente muy muy abierta y todo el mundo habla inglés con mayor o menor soltura. Paseando por Suðurgata, vi en una de las bocacalles una pequeña tienda de instrumentos de nombre Tonastodin y no dudé en entrar, necesitaba tocar. El stock no era muy amplio, pero tenían buenas marcas, asi que estuve mirando un poco y el hombre al cargo se me acercó y me saludó. Se presentó como Gudjon y se dispuso a ayudarme. Le dije que estaba buscando una guitarra acústica buena y quizá un equipo completo de eléctrica, incluyendo amplificador. Al momento se dio cuenta de que tenía las ideas muy claras y de que no estaba hablando con un aficionado. Y que estaba dispuesto a dejarme una suma importante de dinero. Me ofreció una Martin y una Guild que tenía puestas en una vitrina. Probablemente lo mejor que tenía en la tienda. Pregunté por alguna Gibson. Me dijo que normalmente no trabajaba con esa marca, pero que podía pedirme alguna si quería. En realidad me daba igual.
Me senté en un banquito que tenía preparado para estas ocasiones y me afinó la Martin en primer lugar. La tomé y me gustó bastante. Comprobé el ajuste del mástil y la resonancia general. Comencé tocando algunos arpegios. Las cuerdas estaban un poco viejas, pero podía hacerme una idea. El sonido era muy bueno, sin embargo estaba durísima. El acabado era natural, sin barniz, con diapasón de palorrosa e incrustaciones de nácar con forma de puntos dot. Muy espartano. Luego pasé a la Guild, mucho más bonita. Tras unas comprobaciones previas, noté que estaba bastante desajustada, así que le pedí una llave allen para enderezar el mástil. El buen hombre me miró con algo de desconfianza, pero luego accedió. Y vaya cambio. Tras apretarle un poco, la guitarra era completamente diferente. Estuve recordando una media hora algunos temas de la banda. Llevaba sin tocar 4 o 5 meses y estaba un poco oxidado, pero hay cosas que no se olvidan. O casi. En medio del estribillo de nuestro hit más importante del segundo disco, Great Expectations, olvidé un acorde. No podía seguir. Lo intenté varias veces, pero no hubo forma. Detrás de mí escuché una voz que me dijo "es la menor séptima". Giré la cabeza y para mi sorpresa, era un chico joven, de no más de 16 años cuya cara me sonaba. Claro, uno de los chavales que estaban tocando la otra noche en el pub aquel. "Hombre, hola de nuevo" le dije. El chico me recordó y me saludó amablemente. "No tocas nada mal los temas de Unadaptation Syndrome". Se adentró hasta el mostrador y saludó calurosamente a Gudjon, el hombre de la tienda. Venía con una chica de pelo oscuro que se quedó hablando con él. El chico se acercó y se sentó en el suelo junto a mi. "Me llamo Baldur, ¿puedo unirme?" dijo mientras cogia la Martin que estaba justo al lado y que yo habia tocado antes. Comenzamos de nuevo Great Expectations y él se dedicó a tocar la rítmica que normalmente hacía Tony en el MTV Unplugged que grabamos hace unos años, dejándome toda la parte solista. Se lo sabía a la perfección. En medio del tema, se animó a cantarla y aquello se convirtió en un pequeño acústico improvisado que atrajo la atención de Gudjon, la chica que vino con Baldur y 2 o 3 personas más que habían entrado. Cuando terminamos, se produjo un espontáneo aplauso y los dos reímos animadamente. Me presenté oficialmente, pero le di un nombre falso. "Hola Baldur, soy Jim".
Después de aquello, me llevaron a una cafetería cercana para tomar algo y hablar un poco. Al fin y al cabo aún no conocía a nadie en la ciudad, a parte de mi casera Gerda. Me llevé la Guild y los chicos compraron algunas cuerdas. Ella se llamaba Ásdís y tenía algo especial. No era excesivamente guapa, ni poseía un gran cuerpo, pero sus ojos eran bonitos. Además, tenía una forma de hablar y de expresarse que me gustaba mucho.
Ninguno de los dos parecieron reconocerme, aunque Baldur me miraba de manera extraña. Quizás lo supiera y se lo tomaba con desconfianza o simplemente no se lo creía. Lo que si estaba claro era que ese chico y esa muchacha tenian pinta de buenas personas; honestos y transparentes. Justo lo que necesitaba después de vivir tanta hipocresía y amigos por conveniencia.
Para un arreglo en el primer concierto me pude apañar, pero para que la banda siga evolucionando es necesario contar con alguien más a la guitarra si queremos darle más profundidad a nuestra música. Los ensayos siguientes fueron bastante desesperanzadores. Bjarni por fin comenzó a superar su complejo de inferioridad y era un bajista solvente, pero no podías pedirle mucho más. Cuando se quedaba solo era incapaz de sostener la canción. Además, la dirección que íbamos a tomar sería la de ir incorporando las canciones propias al repertorio de forma progresiva. Forever era un tema que sonaba bien de manera acústica, pero tenía mucho potencial y sólo lo podríamos desarrollar bien si estábamos 2 guitarras para cumplir con las exigencias armónicas.
"Vamos a hacer un descanso, necesito despejarme un poco. Estoy bloqueado" dije. Bjarni me miró con cara de extrañado y Johann salió de la habitación antes de que me diera tiempo a terminar la frase. Nos sentamos en el sofá que había en la sala exterior de la nave industrial donde se alojaban los locales de ensayo proporcionados por el ayuntamiento. Saqué un par de Coca-Colas de la máquina, para mi amigo y para mi. Johann se había alejado para fumarse algo con la gente de los otros grupos que se encontraban allí. Abrí la lata y fue en ese momento cuando Nanna apareció para alegrarme la tarde. Venía acompañada de otra chica algo mayor. Saludaron y acercaron el otro sofá que había pegado en la otra pared hasta colocarlo frente a nosotros. No habíamos dejado de mirarnos. La otra noche iba guapísima más arreglada, pero no sabría decir si estaba mejor más natural. Sonreía. "Ella es mi prima Ásdís. Viene de Akureyri a vivir aquí y no conoce a nadie, así que estoy enseñándole un poco esto. Le dije tenía a unos amigos que tocaban en un grupo y ella insistió en venir a veros". La verdad es que si te fijabas bien, las dos se parecían mucho, aunque Ásdís tenía unos rasgos un poco más duros y los de Nanna eran más dulces. Los ojos y la mirada eran iguales. Ásdis empezó a hablar un poco de ella y me di cuenta de cómo Bjarni no perdía detalle ni del relato ni le quitaba ojo a la chica. Nos contó que ella también tocaba y que había tenido un par de grupos en Akureyri, pero que era una ciudad muy pequeña y que las oportunidades no eran las mismas. Quiso ver nuestro equipo y Bjarni se ofreció a enseñárselo al instante. Nanna y yo nos quedamos solos.
"No has venido con Kára para evitar que te saque corriendo de aquí, como suele ser habitual, ¿verdad?" dije. Ella rió con ganas. "Efectivamente, está visto que no podemos hablar tranquilamente" respondió. Nos intercambiamos los teléfonos para así no tener que depender de venir a los ensayos o a las clases del instituto para quedar o vernos. Ella volvió a darme las gracias por la dedicatoria del concierto del otro día. "Eres especial para mí, solo quise hacerlo por tí, porque lo sentí de esa manera en ese instante. No lo había planeado, simplemente ocurrió". Ella se ruborizó y bajó su mirada, luego humedeció sus labios y volvió a mirarme. O hacía algo entonces o iba a parecer estúpido, así que me acerqué; posé mis dedos suavemente en sus pómulos, sonrojados y luego la besé tiernamente en los labios. Fue corto. Luego me separé un poco. Ella me volvió a buscar y esta vez abrió la boca para obsequiarme más. Yo lo acepté encantado y bajé mis manos por su cuerpo, hasta la cintura. Noté como se estremecía. Pasó sus dedos entre los mechones de pelo que caían sobre mi nuca, al tiempo que se me erizaba el vello. Podía sentir un cuerpo firme y curvoso debajo de la ropa que llevaba hoy. Lo que había comenzado con un inocente beso en los labios, se estaba convirtiendo en un magreo bastante serio y yo me daba cuenta de que aquello tenía pinta de ir mucho más allá. Los dos despertamos de aquel estado de ensoñación y nos quedamos mirándonos con una amplia sonrisa. De pronto estábamos en el mismo sofá, ella echada prácticamente sobre mí en el momento en que Ásdís y Bjarni volvían.
"Vaya primita, ya veo que no era yo la única interesada en venir, aunque por lo visto la música no era el motivo principal". Johann comenzaba a aporrear su batería solo en la lejanía, sobre una melodía imaginaria de Forever. Ásdís cogió mi guitarra y se unió al vertiginoso ritmo. De esa manera surgieron los mejores arreglos que podría haber imaginado para la canción. La verdad es que nunca había pensado en incorporar una chica a la formación. ¿Le interesaría?