martes, 13 de octubre de 2009

Baldur y el Sol de Medianoche: (26) Conociendo a Johann

(Audición recomendada: Pearl Jam - The Fixer)






El efecto de la marihuana nos duró el resto del día. Decidimos experimentar un poco de sexo en ese estado Nanna y yo. Fue decepcionante, ya que los dos estábamos prácticamente sedados y no sentíamos mucho. Esa fue, sin embargo, la única práctica insatisfactoria. El resto fueron mejorando exponencialmente desde la primera vez. Fuimos conociéndonos mejor sexualmente y aprendiendo qué cosas nos gustaban más. No existían secretos entre los dos. Nos contábamos todo. Ella estaba perfectamente al tanto de la situación en mi casa. Si nuestra relación era cada día mejor, la de mis padres sufría el fenómeno inverso. Cada día mas broncas, más gritos... luego venían las lágrimas, los intentos de reconciliación. Parecían arreglarse y luego caían desde más arriba aún. Un día, mi padre ya no durmió en casa. No hubieron peleas ni ruidos, pero el silencio y la tensión latente se podían cortar en el aire. Mi único escape era Nanna y The Lazy Weekends. Volví a trabajar a media jornada en la hamburguesería, porque tener novia era caro. Sales fuera más veces, vas al cine, haces regalos... ella dice que son innecesarios, pero Jim me ha dicho que cuando dicen eso, quieren decir justamente lo contrario.

Jim y Ásdís están juntos. Es evidente. No nos lo han dicho, pero o yo soy muy tonto, o aquí pasan cosas que nadie entiende. Es una estupidez, no sé por qué querrían esconderlo. Se miran, se ríen, hacen chistes que sólo ellos entienden... se ve la complicidad que hay. Me pregunto cuántos secretos más se guarda Jim. Unicamente le vi tocar la guitarra en la tienda de Gudjon y lo hacía genial. Después se gastó una pasta increíble en la más cara que tenía allí. No era ni mucho menos un aficionado. Me dijo que en Los Ángeles trabajaba en un taller de coches, pero no sé. No acabo de imaginármelo con un mono puesto y lleno de grasa de motor por todos lados.

El asunto de la marihuana se había convertido en algo habitual en los ensayos. Yo no sabía liar un porro, ni jamás había comprado o cultivado, pero Ásdís, Johann y Jim siempre tenían, así que tarde o temprano acababa llegándote una calada de alguno. No me había convertido en un drogadicto. No creo que ninguno de nosotros lo fuéramos. Nuestras vidas no dependían de esa sustancia. Lo que sí había notado es que Bjarni, después de la primera mala experiencia con el THC, le había pillado el gusto al asunto y estaba aprendiendo a hacerlos.

Mi impresión de Johann había cambiado bastante. Ahora veía las cosas un poco como él. Incluso nuestra relación mejoró mucho. Tenía veintidós años y trabajaba en el mantenimiento del Blue Lagoon, una de las piscinas de agua caliente naturales más conocidas de Islandia, en Reykjavik. Era el mayor de dos hermanos. Sus padres murieron los dos en un accidente de tráfico hace años. Él tenía dieciséis años cuando ocurrió y en lugar de quedarse en manos de sus familiares más cercanos pidió la emancipación judicial, buscó un trabajo y cuidó a su hermano como un padre. Eso le honraba. No conocía a Johann realmente. Un día que llegamos primeros al local de ensayo y los demás tardaron un poco más, compartimos un porro y me lo contó. Me alegraba tenerlo con nosotros ahora. Le pregunté sobre cómo se sentía con la banda y me respondió que se lo pasaba bien y que estaba ilusionado con poder tener temas nuevos, porque se estaba cansando de tocar versiones.

Hablamos sobre Thordur. Sabía que él había llegado a la banda a través de él. Me confesó que no eran amigos realmente. Sólo conocía a alguien que conocía a Thordur y que fue a través de este amigo en común como ocurrió. Thordur había estado tranquilo desde el incidente el día del concierto. Lo había visto un par de veces más por la zona de los locales de ensayo y por algunos pubs del centro en mis citas con Nanna. Reykjavik es una ciudad pequeña y tarde o temprano acabas encontrándote con todo el mundo. No nos dirigíamos la mirada y era evidente que nos evitábamos, pero al menos no existía una hostilidad patente, ni hacia mi ni hacia nadie de mi entorno. Tampoco entendía el rencor que nos guardaba.