jueves, 8 de octubre de 2009

Baldur y el Sol de Medianoche: (19) Ásdís

(Audición recomendada: Mando Diao - Gold)




Mi prima Nanna ya estaba esperándome cuando llegué a la estación de autobus de Reykjavik, Reykjavíkurflugvöllur. También se trata de un pequeño aeropuerto para vuelos nacionales. Tiene un tráfico de pasajeros bastante intenso y ahora que empezaba la primavera y el transporte por carretera era más seguro, la gente se movía más en este medio. Junto a Nanna, según me dijo estaría su inseparable amiga Kára; y así fue... vestida muy ligeramente a pesar del frío.

Akureyri es una pequeña ciudad al norte de Islandia de donde provengo. También denominada la capital del norte, allí he terminado los estudios universitarios de Historia Escandinava por presión materna. Una vez finiquitado el compromiso, decidí irme de casa y empezar mi propia vida lejos del calor familiar. Había conseguido un trabajo como auxiliar de bibliotecaria de Reykjavik y fue la excusa perfecta. Después de 5 o 6 años sin saber nada de ella, un día llamé a mi prima Nanna, de manera un poco convenida, para saber si podría quedarme en su casa unas semanas mientras encontraba alojamiento. Para mi sorpresa, Nanna se entusiasmó al saber que su prima Ásdís venía a vivir a la ciudad y se mostró encantada de ayudarme. A pesar de que nuestras madres siempre estuvieron muy unidas, ella y yo nos mantuvimos algo más alejadas, sobre todo por la diferencia de edad. Siete años eran muchos años, pero ahora ella con 16 y yo con 23 tendríamos la madurez suficiente como para saber si teníamos cosas en común y podríamos llevarnos bien.

Allí estaba la pequeña Nanna, siendo poseedora de un magnífico y esbelto físico, tal y como yo había pronosticado la última vez que la ví con tan solo 10 años. La maldita estaba desarrollándose rápida y magnificamente. Seguro que las chicas de su edad la envidiaban mucho. El parecido con su madre era tremendo. Los ojos eran inconfundibles. Al menos ahí sí era evidente que compartíamos genes. En realidad, lo único en lo que nos parecíamos. Yo era algo más bajita, más canija, rasgos faciales menos agraciados, aunque parecidos, y mi pelo era negro como el azabache.

Me bajé del autobus con mi guitarra acústica colgada en la espalda y fui directamente a fundirme en un largo abrazo con mi prima. Las dos sonreímos sinceramente, nos miramos a los ojos y volvimos a abrazarnos. Luego Kára me sonrió también, me saludó y nos dimos un amistoso beso de presentación mientras Nanna recogía mi maleta. "Han pasado muchos años desde la última vez que nos vimos primita, ya veo que has crecido un montón" le dije con gesto burlón. "Tenemos muchas cosas que contarnos, Ásdís. Estoy deseando llegar y hacer una fiesta de pijamas para ponernos al día" me respondió. Desde allí tomamos un autobús urbano hasta casa. Kára se quedó un rato con nosotras para un café y luego se fue. Nanna y yo estuvimos despiertas hasta altas horas de la madrugada compartiendo la historia de nuestras vidas en los ultimos 6 o 7 años. Y sí que conectamos bien. Era una joven muy madura para su edad, con las ideas muy claras e inteligente. Algo inocente, pero eso viene de familia.

Yo he tardado 5 años en terminar una carrera de 3. He jugueteado con las drogas un poco y me he dejado llevar bastante. Soy muy partidaria de la filosofía carpe diem. Mi máxima ilusión habría sido montar mi banda de punk e irme de gira mundial, pero soñar no vale de mucho. En lugar de eso, me conformo con tocar mi guitarra y escribir y tocar mis canciones para mí misma, en la soledad de mi habitación. Lo más normal era encontrarme en cualquier momento del horario lectivo borracha o colocada con mis amigos por el campus. Mi padre murió siendo yo muy joven y mi madre bastante tenía con pagar la hipoteca de la casa y mantenernos a las dos con su sueldo de limpiadora. Sé que era una carga para ella y siempre había recibido ofrecimientos y ayudas económicas de la familia, pero era demasiado orgullosa para aceptarlas. Yo por temporadas había trabajado a tiempo parcial en algun restaurante de comida rápida para pagarme mis cosas. Ahora me había ido de casa en contra de su voluntad y se había quedado triste, probablemente en compañía de su enésimo novio. No aguantaba el mal gusto de mi madre por los hombres, pero eso merecía un capítulo a parte.

Nanna escuchó mis historias con los ojos abiertos como platos. Estaba fascinada con su prima. Llevaba deseando toda la vida una hermanita mayor con la que tener complicidad, pero sus padres decidieron que fuera hija única. Ahora me tenían allí y todo parecía ir bien con el asunto. Desde esa noche me convertí en una especie de modelo a seguir para ella. Yo le traté de explicar que el hecho de que yo fuera así no significaba algo bueno. Había cometido muchos errores y mi vida no era modélica. Ella tenía la oportunidad de evitarlo. De todas formas yo no era su madre ni tenía el poder de decirle qué podía hacer y qué no. Y también necesitaba una compañera de juergas, qué demonios. No me importaría enseñarle algunas cosas buenas de la vida.